12 dic 2006

Ego Te Absolvo.

No pisaba la iglesia. Aunque, después de un tiempo, me sentí obligado a reconsiderar la idea. Vivía solo y, salvo las escasas charlas con el padre Anselmo, que con el proceso de la luna se habían multiplicado, no tenía más contacto humano que el que provenía del consultorio. Era preciso mantener un punto de simpatía entre la gente, contra la que tenía que medir las palabras al milímetro; y la cantina quedaba excluida. Así que elegí la iglesia y pacté conmigo mismo la Nochebuena, Navidad y Resurrección. Todo iba sobre ruedas.
Cuando estalló la revolución de la luna, la curiosidad me hizo acudir con más frecuencia.
Los sermones de don Anselmo, al principio habían estado en la línea clásica; más tarde, con la Biblia en la mano, fueron más contundentes. Finalmente, acabó apoyándose en otros textos, de algunos convertidos. Todo fue inútil: no consiguió librar a nadie de su nueva creencia.
Yo estaba convencido de que la fe en el oficio de la luna obedecía a la necesidad del hombre por abordar un cambio. El cura no estaba de acuerdo; decía que no era posible, que no había cambios en lugares donde la gente vive atada a las tradiciones y es como la sombra de sus antepasados. Pero me valía de su argumento para llegar más al fondo:
-La luna ofrece más eternidad -le decía-; la han visto sus tatarabuelos y la verán sus tataranietos. Se traen algo del pasado, lo llevan hasta el futuro y ellos están en medio para recogerlo. Además la usan en sus cosechas, la sienten en sus nervios; pueden verla cada noche y ahora, oírla. Puedo imaginármelo: ella con su carota encendida y ellos mirándola con devoción. Resulta poético.
-Eso es lo malo -decía el cura, derrotado-, la devoción. Desde que Raúl trajo la noticia, veo devoción.
A partir del fenómeno de la luna el padre y yo hablábamos casi a diario, bien sentados en su huerto, o bien encaramados en la montaña. Mientras uno decía que la fe en la luna era un sustituto, por decepción o por aburrimiento, de aquella que se despachaba los domingos en la iglesia, el otro seguía con que era un plagio de la verdadera, porque la Fe era una, la pintasen como la pintasen. Y yo, que la ignorancia hacía mucho daño. Y el cura, que tras el conocimiento acechaba una gran tentación.
La vida en el pueblo había cambiado, sobre todo por las noches. A veces me preguntaba: ¿Qué mal hacen? ¿Les perjudica en algo? Lo cierto era que desde que tenían su luna, tenían también menos dolencias; el consultorio estaba prácticamente vacío, parecía un milagro. Cuando yo me preocupaba por su salud física, el padre Anselmo lo hacía por la salud espiritual. No era fácil ponerse de acuerdo.
Nuestras charlas transcurrían siempre por la tarde. En una de aquellas, bromeando, le dije que en tres o cuatro caminatas acabaríamos por conocer todo el uno del otro. El interés de don Anselmo por mí había crecido. Y, por mi parte, todavía, hoy, siento que mi admiración por este hombre sigue subiendo montes más altos que los de Sucre laguá.
Sobre aquellas montañas, el padre me mostraba la Obra de Dios. Me hablaba de Su enorme generosidad al hacernos herederos de la Naturaleza; de la reverencia que hace la tierra al mar, cuando se arrodilla para contener su fuerza y de cómo el océano nos acerca el color del cielo en los días azules y en los grises, para que podamos tocarlo. Decía que los tres elementos, cielo, mar y tierra parecían convivir en una armonía perfecta.
Este hombre estaba desatando mi pensamiento en todas direcciones menos en la de la religión, que ya conocía demasiado bien. Cuando él predicaba que la sabiduría crecía en la Palabra de Dios, yo aprendía que se adquiere con el uso de la vida. Cuando me decía que el hombre era el elegido, yo, que también la mosca.
Un día le dije que la sabiduría camina por delante de nosotros, y que el vacío que provocan sus pasos es la inquietud que nos asalta mientras vivimos. También le dije que esa inquietud está hecha de intuiciones prisioneras que nuestra mente vuelca en los sueños; y que por este motivo el hombre imagina y crea cosas que le permiten evolucionar. Me miró atónito y me respondió que sólo la Palabra de Dios nos conduce a la sabiduría y debemos ser humildes. Lancé la mirada kilómetros y pensé: el conocimiento se conquista con la existencia. Pero no se lo dije.
El padre Anselmo supo que no me convencería.
El silencio que siguió actuó de cortafuegos y las llamas de un lado no invadieron el otro. Y el cura, que no descuidaba la tensión que provoca el silencio prolongado, habló de la historia de Sucre laguá. Antes de regresar, me dijo:
-doctor, necesito tomar esta conversación como una confesión; así que le voy a dar la absolución.
En mi cara se debió pintar una mueca cercana a la estupefacción, porque tras el ego te absolvo in Nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti, continuó diciendo que no estaba seguro de si lo que había oído contravenía las leyes del Señor, y que debía tratarlo como una confesión:
-así, esta noche –dijo-, podré dormir tranquilo y también ganaré un poco de tiempo para explicarme con El.
A partir de entonces, cada vez que hablábamos me daba la absolución.

10 comentarios:

Jake dijo...

Muchas gracias por leerme y por tu amable comentario. De veras que lo aprecio sinceramente.

Te estoy leyendo tu talento también y, descuida, que te seguiré la pista.

Traté de agregarte como "amigo" a mi blog, pero no creo que me permita estando nuestros blogs servidos desde servidores diferentes. Si conoces el modo, por favor, avísame.

Un saludo y sigue así, por favor.

Jake

Jake dijo...

Felizmente agregada - No sabes lo que me alegro de tener una lectora/amiga virtual.

Jake

Anónimo dijo...

Hola soy Maria
A ver si hoy consigo dejarte algo, creo que el hombre siempre se ha enfrentado a lo intangible de forma racional y buscandole sentidos metafisicos, sino que habria sido del guru de cada tribu, el conocimiento del hombre al que accedemos hoy en dia por un libro se ha recogido a traves de los siglos a base de ensayo y error, no creo que usar ninguna figura para darle una explicacion a lo que cientificamente no puedes darsela que es en lo que consiste parte de la religion, o unos principios de convivencia en sociedades que todavia las tenia sin desarrollar puedan enojar a Dios sea este luna, una divinidad para cosa o como queramos llamarlo. Yo tengo un padre y puedo llamarlo por su nombre de pila, por su apellido, padre papa o papi, en cada idioma de una forma distinta, como hijo de o padre de, pero al final me refiero la a misma persona

Anónimo dijo...

Tener Fe es creer, y también es dudar, como seres humanos que somos. Tener Fe es saber que nada ocurre por casualidad, y que todo tiene una explicación. Tener Fe es saber que en los momentos malos no estamos solos, aunque a veces nos sintamos abandonados. Tener Fe es valorar los momentos buenos, a los que hemos llegado por haber pasado momentos malos.

Yo soy católica-semi practicante. Aunque creo en el dogma y en sus bases, la Iglesia la concibió Jesús y por lo tanto es Santa, pero está gobernada por homes, y ahi asaltan muchos desacuerdos.

Interesante debate el que planteas con respuestas humnas y teológicas.

Un saludo como siempre y hasta pronto.
Marta

Anónimo dijo...

Hola, soy Joseph.
Sobre Ego te absolvo: Estoy por completo de acuerdo con el pensamiento del doctor, que es –supongo- el tuyo. Habria que recuperar buena parte del sentido que tenian las religiones antiguas, remontándonos a traves de las primeras civilizaciones neolíticas, incluso hasta el paleolítico: el contacto con la naturaleza, la identificación con todos los seres vivos, el respeto a los antepasados, ascendiendo hasta los astros, la luna (como no), el sol, las estrellas, descubriendo todos los ciclos vitales, todos los ritmos, todos los movimientos...hasta el big-bang.
Un beso pensativo.

Anónimo dijo...

Sublime relato que leo por tercera vez. Me siento muy cercano al mensaje y si tuviese que escoger un fragmento, me quedaría con:

(...) de la reverencia que hace la tierra al mar, cuando se arrodilla para contener su fuerza y de cómo el océano nos acerca el color del cielo en los días azules y en los grises, para que podamos tocarlo. Decía que los tres elementos, cielo, mar y tierra parecían convivir en una armonía perfecta.

¡Gracias!

Jake

Anónimo dijo...

Hola Hipatia:
Soy Pilar (De profundis)
Creo que la fe es más que nada una necesidad. En el sentido religioso es algo inculcado que en un principio se aprende y se acepta y luego, con el tiempo y la formación como persona, se lo plantea uno. Se puede mantener o se puede derivar, pero creo que al fin y al cabo siempre acaba siendo una necesidad más o menos racional.
Me gusta leerte, y sigo haciéndolo, sólo que aquí comentar es más complicado...
Por cierto, gracias de verdad por pasarte por mi blog y dejar tu opinión.
Besos.

Anónimo dijo...

Soy maria por favor ponte en contacto conmigo es urgente gracias

Anónimo dijo...

Genial el relato...
Hacía tiempo que no leía nada tan bueno en un blog (algo propio)...

Este médico me ha convencido más aun de que es mejor perseguir la fantasía que despierta este mundo que embacaurse con las propuestas extraidas de una irreconocible deidad...

Rosa dijo...

Hola pase a ver quien era esta Treki y me enccontre un buen blog al qure regresare ¿ En cual de las Enterprise estas?jajaja