18 nov 2007

Ponerse a Cubierto

Como de costumbre lo único que enturbia la apacible vida en el campo es la actividad humana.
El otoño, desde que ha entrado, se está mostrando benévolo. Este año los días nublados y las lluvias brillan por su ausencia. Pese al frío intenso de las horas que rodean la noche, aquéllas en las que domina el sol son una verdadera delicia.
Una se pasa la semana inmersa en sus obligaciones, y a duras penas consigue arrancar quince o veinte minutos a la sobremesa para tomar, al sol, un cafelito en los bancos del jardín. No pido más, aunque espero con ansia el fin de semana para caminar a mis anchas por la pequeña finca, leer en uno de sus rincones y disfrutar de la naturaleza. Y con las "nuevas bondades otoñales" no pesan tanto los años, no duele un solo hueso. Además, parece necesario acumular algo de sol en el cuerpo en previsión del invierno que llega. Mis mascotas -compañeros en casa y de planeta- también lo hacen, toman el sol todo lo que pueden. No sé si he contado alguna vez que tengo dos gatos -Galileo y el jovencísimo Plank- y una perrita, Luna.
Sin embargo, cuando llega el sábado empieza el calvario. Los sonidos amables y relajantes acariciados por el calorcito del sol, todo un ambiente bucólico, apacible y feliz, se deshace bruscamente al romperse el clima con un infernal disparo de escopeta. Las pobres aves migratorias que revoloteaban hace un instante, blanquísimas y brillantes, alzan el vuelo sin rumbo, a merced del terror. Una de ellas -una magnífica zancuda- ha caído lentamente, quedando en el aire unas cuantas plumas recién desprendidas que volaban como pétalos perdidos.
Los gatos han corrido a refugiarse en la casa; la perra, aullando de terror, en mi busca, mientras los llamo a todos para comprobar que no están heridos.
Otro disparo. Y otro más... y veo llover unos cuantos perdigones brillantes que, ya flojos, dan fe de su fallo.

Así ha transcurrido todo el fin de semana; un constante salir y entrar del refugio, bajo el fuego cruzado de un DEPORTE, que no es otra cosa que matar por diversión.
Mientras los cazadores disfrutan legalmente de su brutal afición, los míos y yo debemos ponernos a cubierto.

11 nov 2007

Asomarse al futuro

He marcado rumbo a las Pléyades y el viaje es largo y solitario. De modo que me he puesto a dar vueltas a las cosas de la Tierra y he acabado pensando en que el ser humano, a lo largo de su existencia, no ha hecho otra cosa que asomarse al futuro.
Cuando los padres posan la primera mirada cargada de amor sobre su hijo recién nacido, en sus mentes empiezan a surgir unos deseos de futuro que acunarán junto al niño, sueños que se irán formando con el tiempo hasta concretarse en la realidad. (Aunque, cuando los deseos de futuro se alejan de los sueños se convierten en proyectos reglados; éste es el futuro de catálogo, el que viene impuesto por la costumbre y que tanto me disgusta. Pero ésta es otra historia)

A mí me parece que el futuro está hecho de ideas flotantes y se teje con un humo capaz de cristalizar. Cuando pienso en esto me suelo acordar de las películas de ciencia ficción antiguas, porque en su devenir cronológico se fueron retratando épocas del futuro que ya hemos sobrepasado; y es curioso que el futuro puntual que estas películas representaban no ha coincidido con lo que hemos vivido hasta ahora. Por ejemplo: en las películas, mientras los ordenadores del tercer milenio eran auténticas patatas, los coches podían volar.
No pretendo restar mérito a la imaginación humana; al contrario, me parece que es uno de los mejores logros de la mente, después de que la inteligencia se asomase a nuestra frente. Pero creo que tenemos una forma de celebrar los acontecimientos un poco limitada, y distribuimos los méritos de los triunfos alcanzados de forma muy caprichosa.
Creo que asomarse al futuro es un impulso irrefrenable, es estar en el convencimiento de que “se es capaz de hacer algo” y comprobar que “se puede hacer”. Es toda una Aventura; precisamente, en esto he acabado pensando, sobre las aventuras en la rueda del tiempo.

Cuando hace muchísimo tiempo el primer ser humano salió de África, llevaba entre sus manos el futuro del mundo. Seguramente, el instinto de supervivencia le condujo tras las manadas de animales que le estaban sirviendo de alimento. Éste fue, sin duda, el Primer Gran Paso. Con el tiempo, este novato pionero se extendería por toda Eurasia. Atención al detalle: no sabía dónde se encontraba.

Mucho tiempo después, algunas patrullas de exploradores humanos se aventuraron por el estrecho de Bering y se extendieron de norte a sur por todo el continente americano. No es que sea un grandioso paso, pero algo es algo. Ojo al dato: tampoco sabían dónde se encontraban.

Después, Erik El Rojo llegó navegando hasta Groenlandia y, más tarde, su hijo, Leif Eriksson, hasta Canadá. Seguramente no identificaron el continente y no supieron dónde estaban.

Luego, Cristóbal Colón, buscando una nueva ruta hacia las Indias, llegó a un “continente nuevo” y redescubrió América, por pura casualidad. De modo que como Colón creyó que había llegado a Las Indias, en realidad, no sabía dónde estaba. Este ha sido, sorprendentemente, uno de los “logros” más celebrados; sin embargo, no considero que la campaña a ciegas de Colón fuese un paso tan grande, sobre todo teniendo en cuenta la anterior visita de los vikingos.
No obstante, una vez identificado el continente por Vespuccio y tras su conquista por lo europeos, hay que reconocer que el planeta pareció quedar a nuestro alcance.

El 20 de julio de 1969, Neil Armstrong, comandante del Módulo Lunar Apolo 11, se convirtió en el primer ser humano que pisó la Luna. ¡La Luna!: esencia de los dioses y responsable de gracias y desgracias. La gran inspiradora de poetas, científicos y otros soñadores. La Luna, el testigo mudo e imperturbable de nuestra existencia, gracias a la Ley de Newton quedaba a nuestro alcance. El ser humano se lanzó a una aventura, con el mayor desafío que le había dictado su imaginación. Y logró un sueño: salir de esta enorme y bellísima piedra para pisar otro territorio. Pero esta vez no había sido empujado por el instinto de supervivencia, o por una necesidad comercial; ahora sabía perfectamente hacia dónde se dirigía y por qué. En esta ocasión, el ser humano quiso demostrarse así mismo que podía conocer en persona a la protagonista de sus sueños ancestrales. Y cuando lo consiguió, desde allí observó por primera vez lo preciosa que es la Tierra. Y supo donde se encontraba. Por esto considero que es el paso más grande que ha dado la humanidad y lamento que no se celebre más. Fue un proyecto de futuro bonito e ingenioso, que nos abrió la puerta a un más allá diferente y nos alejaría definitivamente de las verdades incuestionables y de los mitos.

Pongo el warp 5, dejando a mi paso sobre esta preciosa roca un puñado de estelas con buenos deseos.