Como decíamos ayer, uno se descubre a
sí mismo un buen día cuando ya está enquistado en el mundo; cuando
ya forma parte de un sistema en el que todo cuanto nos ha rodeado se
ha empleado a fondo para que dependamos absolutamente de él. Hasta
el preciso momento de tomar conciencia nos han llevado en una especie
viaje, en cuya travesía hemos confiado al principio y nos hemos
dormido a ratos; aunque, también, nos hemos querido bajar del
vehículo.
Sin ser consciente de los motivos
-puro no estar a gusto-, un día tuve deseos irrefrenables de tirarme
del maldito vehículo y salir de la gran corriente que nos lleva. Y
no resultaba fácil: era como un alejarse y regresar constantes,
echando un pulso intenso y agotador.
Inocencia, ignorancia, cansancio,
apatía, rebeldía, lucha, ¿lucidez? La dificultad persiste gracias
a que continúo soñando.
¿Acaso soy antisistema? Para responder
tendría que definir antes qué entiendo por sistema. Muy aburrido.
Ante todo hay un entramado de necesidades de las que no podemos
escapar por imposición -por ley-; y dejo a un lado esas otras
necesidades-droga, cuya tolerancia nos hace un poco más idiotas. Y
no hablemos de la contaminación ideológica, porque no acabaríamos.
En definitiva, el sistema consigue que nos entreguemos plenamente a
cambio de un donativo nominal y sacro: la libertad de elegir...
minucias, insignificancias. Es imposible dar crédito a tamaña
falacia si se tienen dos dedos de frente. Por ejemplo: llegado el
momento podré enterrar a mis compañeretes Luna y Plank en mi finca,
pero no podré hacerlo yo junto a ellos porque la ley lo prohíbe.
¡Hasta nuestra última voluntad está regulada por ley!
En definitiva, estoy contagiada por
sueños y al final sí voy a ser antisistema.
Como decíamos ayer, hay poca o ninguna
visión de futuro. ¿Acaso no es interesante el futuro?
Hace pocos días comentaba un artículo
a un amigo del FB, cuando me sorprendí pensando precisamente esto,
que nuestros gobernantes no tienen visión de futuro. El tema en
cuestión era sobre la retirada de ciertas “ayudas” a las mujeres
empresarias, que se verán afectadas, entre otras cosas, en momentos
tan complicados como la maternidad. Estas “ayudas” (o como se
llamen), cuando fueron aprobadas por el gobierno de turno, por lo
visto, constituían un gran avance social. Lo cierto es que cuando
estamos entre vacas gordas interesa invertir en vida y en salud, y
cuando abundan las vacas flacas se siembra lo contrario, ¡lo
contrario! Así, como suena. Espeluznante, abrumador, indignante. Los
designios de los políticos de turno son inescrutables y la sabiduría
del pueblo está limitada para comprenderlos. Éste es el mensaje que
nos envían, un mensaje sin futuro.
Por desgracia o por fortuna, todavía
no lo sé, he ido viendo -y sufriendo en carnes propias- cómo se
producía el deterioro, que ha sido muy lento; y ha ido entrado muy
poquito a poco, socavando y minando de forma casi imperceptible los
cimientos de lo que, en realidad, no era más una quimera que nos
mantenía callados, entretenidos, dormidos, ¡contentos! Y cuando
todos estos “logros” han empezado a caer uno a uno, nos hemos
puesto a aullar y nos han echado cubos de agua, y nos han dado palos,
y nos traen censura. Y resulta que sólo eran pequeñas limosnas
procedentes de nuestras propias contribuciones, sobre las que no
teníamos derechos adquiridos. Pero había síntomas muy claros de
la enfermedad que acechaba: no había -ni hay- visión de futuro.
Entre tanto, he preferido mantenerme
más o menos silenciosa, como a una prudente distancia... casi
zoológica. Cometí un “error”, sí, entre comillas, porque no
pienso que en realidad lo fuera. Les mostré demasiado, a “ellos”
, y no me lo perdonaron. Les hablé de cumplir la ley, de honestidad
y de dignidad humana; y fui castigada desde el principio con
vaguedades, evasivas, mentiras, amenazas, ostracismo, y después con indiferencia,
chantaje, difamación, ignominia... Por mi parte, les envío un beso
revolucionario.
Desde hace mucho, mucho tiempo intuía
que se avecinaba una gran hecatombe -hablaba con frecuencia de ello-,
incluso he ido haciendo ensayos de subsistencia. No era yo la única,
como decíamos ayer. Ahora hablo de revolución, que es la imagen que
me devuelve el espejo al asomarse la tragedia creciente. En este
sentido, me debato entre el entusiasmo... y el miedo, pues pienso que
cuando una revolución triunfa, las causas que la produjeron pueden
desvanecerse en medio de la euforia.
Como decíamos ayer, el futuro también
se abre camino -como la vida- y viene anunciando una promesa repleta
de sueños; porque allí, en el futuro, residen nuestros deseos.
Aunque, con cada paso que damos hoy hacia el futuro algo ha de morir
para que nazca algo nuevo: eso es el cambio. El progreso. En este
trasiego transcurren nuestras vidas, mejor dicho, deberían
transcurrir. Cada uno de nosotros, al participar de la vida quedamos
integrados en un banco de pruebas donde éxitos y fracasos se
reparten el beneficio de las verdades y soledades, respectivamente.
Quizá no hay tiempos malos, buenos o
regulares, ya que todos son pruebas del tránsito al cambio... en el
camino hacia el Futuro.
(Imagen: Google imágenes)