El Alma de la Bestia es una idea que no cesa, que juega al ping-pong sobre la mesa de mi ánimo y me hace tropezar en la red de la bestia humana.
Es algo que siempre está en mi cabeza, y no es de extrañar porque es el paradigma de nuestro tiempo.
Tengo la impresión de que combatimos a diario contra fantasmas históricos.
Cuando una idea hierve en el interior de nuestra cabeza, a veces sería deseable que en el hueso del cráneo hubiese una puerta por donde sacarla a pasear. Es recomendable tratar a la idea como a una ancianita casi inválida que necesita salir a tomar el aire y el sol. Para que no se mustie. Para que no enmohezca. Para que no se pudra dentro de la cabeza.
Voody Allen, en su película "Todo lo Demás" dice algo que podemos comprobar a diario: que los demás se empeñan en decirnos constantemente lo que tenemos que hacer. Y el problema se agrava cuando las relaciones con los otros son ineludibles, porque de ellas depende la supervivencia de uno.
No quisiera ser tildada de pesimista cuando digo que el ser humano no es buena gente; mi intento no es otra cosa que un ejercicio realista. Somos peor que un laxante para dinosaurios.
El proceso de evolución nos ha colocado en el punto que ocupamos actualmente. Pero si retrocedemos en el tiempo, ¿quiénes sobrevivían?; ¿los tímidos?, ¿los tranquilos?, ¿los pensadores?, ¿los curiosos? ¿los buenecitos…?
La respuesta es No.
Sobrevivían los más Violentos, los que robaban las presas a los "tímidos"; aquellos Trogloditas que sacaban a los "tranquilos" a palos de sus cuevas, para luego ocuparlas ellos; los Otros que robaban las mujeres a los "buenecitos", etc.
En definitiva, nosotros, hoy, somos los descendientes de los más Violentos. Somos los Peores, los que hemos heredado el mundo.
Pero la mente humana actual, supuestamente más evolucionada y capaz de elaborar pensamientos más complejos y profundos, se aleja de de la ley del más fuerte, y se las arregla para distinguir que aquello que en la prehistoria era bueno para asegurar la supervivencia de la especie, ahora es malo.
La realidad, sin embargo, se acerca más a que se analice y se tome nota sobre lo malo de la especie humana, pero sin combatirlo.
En cierto modo, es lógico. Sería como arrancar nuestras raíces; si cortamos con nuestros ancestros cortaríamos la cabeza a nuestra alma. Somos la bestia que ha conseguido dominar el planeta y tenemos lo que nos merecemos.
Dado que en los tiempos que corren la selección natural ha entrado en declive, pues también sobreviven los tímidos, los tranquilos, los buenecitos, los pensadores, los curiosos…; y éstos son las auténticas víctimas.
El mundo es de los malos y son los que triunfan. Así es el alma de la bestia.
Como decía Aute en una de sus canciones, “que paren el mundo, que yo me bajo”.
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