Hace tres años acudí a una conferencia. Diré que cuando asisto a una de ellas llevo siempre conmigo un folio y un lápiz, por lo que pudiera ocurrir. Y nunca me arrepiento. De verdad.
La conferencia en cuestión estaba impartida por un catedrático de Física Teórica. Un catedrático sin igual. Un sujeto de aspecto corriente. Un hombre extraordinario.
La charla giraba en torno a la bomba atómica. Y el buen profesor se apoyó para empezar en una obra de teatro, "Copenhage", (se representaría en el mismo local al finalizar la conferencia) para romper el hielo tras las formalidades y las presentaciones.
Aclararé que en la obra de teatro se retrata el encuentro que se produjo en Copenhague, en 1941, en plena segunda guerra mundial, entre dos físicos, el danés Niels Bohr y el alemán Werner Heisenberg.
La conferencia prometía convertirse en algo similar a una clase, y este privilegio no me lo podía perder.
Sin embargo, no fue así. No fue una clase. El profesor hablaba de Historia con entusiasmo, exponía con intensidad, con humanidad; me atrevería a decir que incluyó un tinte de romanticismo en el tema.
No piensen mal, no nos arrastró hasta sentir amor por la bomba atómica.
Habló de libros. Y ahí estaba yo, folio en mano, los oídos perfectamente sintonizados a la frecuencia de emisión, blandiendo mi lápiz afilado y amenazando con las ganas de anotar.
El pobre Werner había sido un incomprendido. Lo había dejado plasmado en un emotivo libro donde explicaba sus muy razonables y sentidos motivos.
El ejemplar estaba agotado y nunca supe dónde encontrar otro, aunque fuese en alemán o en chino. Solo para acariciarlo. Por el afecto que sentí hacia tan ilustre y, quizá injustificadamente, desprestigiado genio.
Cuando ya terminaba la conferencia, el profesor nos obsequió con otro libro. No cabía en mí de gozo. Una novela: "En busca de Klingsor", de Jorge Volpi. Este sí lo encontré. Lo compré en dos formatos, tapa dura y bolsillo para llevarlo encima siempre.
El profesor lo recomendó como un documento "muy interesante y fiel a la historia". Y así es. Correcto, muy bien documentado, entretenido y de escritura impecable.
No tiene una gran originalidad de estilo, no es un bellezón, vaya. Y, para mi gusto, le sobran un par de escenas de sexo demasiado descriptivas, que no son necesarias y que más bien parecen un recurso para atraer lectores, o para ablandar un tema que puede resultar algo duro a los que son profanos en la materia.
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