13 dic 2009

Bajo el Peso de los Sueños



Tan enredada como estoy con los estudios, se me pasan los días sin saber en cuál vivo. No es que me preocupe, no, no me preocupa lo mas mínimo. Es más, si me apuran, diría que me gusta no saber en qué día vivo. Es lo más aproximado quizá a vivir en una nave espacial, donde las coordenadas terrestres carecen de sentido.
Sin embargo, esta madrugada ha ocurrido algo inesperado: ha llovido hielo. En efecto, el cielo escupía diminutos dientes -a estas alturas del mes, aquí ya los enseña-, unas blanquísimas bolitas de nieve-costa que rebotaban en la ventana del abuhardillado, y se acumulaban en una esquina del marco como un finísimo edredón desabrochado. Desconozco qué suerte de luz me permitía ver todo esto en la oscuridad.
Cada año intento contemplar este espectáculo con cierta novedad y con intención de no acostumbrarme a él. Verán, la nieve, para mí, siempre ha sido un lujo del que he disfrutado, la mayoría de las veces, en fotografías. Un lujo asociado a la Navidad. Y esto es lo que me ha mantenido hoy despierta hasta el amanecer. Navidad, qué época más extraña; cercana y distante, dependiendo del momento de la vida bajo el que se observe. Recuerdo cuando se produjo la ruptura; tenía trece años. Aquella Navidad fue diferente a todas las anteriores. Naturalmente que me sorprendió el cambio; aunque, no fui capaz de hablar de ello con nadie ni de explicarme a mí misma el motivo por el cual se producía. A partir de aquel momento nunca volvió a ser igual. La Navidad pasó a ser un contacto más, de los muchos que se tienen en el negocio de la vida, cuyo poder venía impuesto por múltiples intereses. Años más tarde comprendí que aquél momento era una bienvenida a otra de las muchas formas en que se manifiesta la desilusión. Y éste es, precisamente, el tema que me trae hoy aquí: la desilusión, un sentimiento que, en mi caso concreto, inspiró la melancolía de mi carácter y me formó como una exploradora de la vastedad del sentir. Por este motivo, un día, no tuve más remedio que sentarme en mi cama y ponerme a pensar: sentí que los humanos éramos hijos bastardos de los diferentes tiempos históricos, de la acumulación de decisiones convenientes de muchos otros y de sus intereses inmediatos. En aquel instante comprendí que los siglos de historia que nos preceden pueden convertirse en un pesado caparazón de costumbres y tradiciones que nos hacen caminar con paso de tortuga. Recuerdo que fue un día liberador; porque pensé que, pese a todos los obstáculos y al peso histórico que cargamos sobre nuestra espalda, lo único que me podría mostrar el rastro del futuro que anhelaba era soñar. Los sueños se crean o se desvanecen, pero nunca había oído pronunciar a nadie la frase, "vivir bajo el peso de los sueños"; y concluí que está posibilidad no existía.


Imágenes: Google imágenes.
La primera: Fondos de pantalla iphone.
La segunda: Fotonatura.org.

29 nov 2009

El Teléfono



¡Rig, ring, ring!...  (va derramándose el sonido por la mesa de estudio). ¿Diga?  Buenas tardes Doña, ¿puedo hacerle unas preguntas? (Los Carolingios bailando por los salones de la cabeza). Bueno... depende del tipo de preguntas me reservaré el aceptarlas, ¿le parece? Sí, sí, de acuerdo Doña. Del uno al diez, ¿qué nota daría usted al presidente del Gobierno? (Las nueve de la noche, vaya horitas de llamar). Un cero patatero porque rima y me salgo del rango que me propone. Ja,ja,ja. Bien, ¿y al jefe de la oposición? Otro cero le doy, por los mismos motivos. ¿Y a Fulanito? Pues no sé quién es. Bien. ¿Y a Zutanito? Pues, ni idea de quien es. Bien, bien. Y, ¿a Menganita? (Al otro lado, el bolígrafo rasca a la vez que gruñe el papel de la encuesta). Pues tampoco, ya lo siento. Jajajaja, sí, no se preocupe, no pasa nada. ¿Hay alguno que le haga tilín? Pues no, me producen bastante alergia, por no decir algo peor. Sí, ya; hay mucha gente que también dice que le pasa... eso mismo que usted dice. Muy bien, Doña. ¿Qué le parece la gestión llavada a cabo en su Comunidad en los ultimos años? (Vuelven a bailar los Carolos.) ¿A qué se refiere? ¿Ha notado usted algún cambio? Bueno, pues han mejorado mucho las carreteras. Sí, ya, me refiero en general.... Pues... no sé, la gente de por aquí no ha cambiado, es la misma, se comporta igual... Solo he notado lo de las carreteras como le digo, ya no son calzadas romanas. Ah, bien, bien, de acuerdo. ¿A quién votó usted en las elecciones del 2007? ¿Hubo elecciones en el 2007? Sí, sí. Bueno, ¿y en las del 2008? ¿Hubo elecciones en el 2008?  Una última pregunta. ¿Es usted de un partido de derecha o de izquierda? Bueno, yo soy partidaria del pensamiento y del conocimiento, nunca me he planteado si se inclinan a derecha o izquierda y tampoco me ha merecido la pena bajar a tocar tierra para comprobarlo. Ah! Comprendo, es usted una idealista... ¿...? Gracias, Doña. Buenas noches. Nohaydequé. ("...Pipino el Breve, en el año 744 ordenó...") ¡Clic!




Los Payasos Líricos


"Estoy resuelto a defender mi derecho a ser débil, y sólo mi amor a la debilidad puede hacer un héroe de mí. Esto es una contradicción, desde luego. Pero entendedlo bien: estoy dispuesto a dar mi vida por mis contradicciones. Todo lo referente a la presencia del hombre en la tierra es contradictorio, y el hombre es una contradicción que no permitiré que nadie destruya.
(...) Tal vez nos volvemos incapaces de amar, de vivir, y todo lo que tenemos en las manos y en el corazón se convierte en idea, en sistema, en abstracción.
(...) Y todo lo que puedo hacer es defender un mundo, un estilo de vida que respete mis contradicciones, mis aproximaciones, mis dudas, mis inciertas y cambiantes verdades y mis fraternales errores. Existe a nuestro alrededor, entre el error y la verdad, un margen piadoso de relatividad que nos salvará siempre, tanto de nuestros errores como de nuestras verdades. Nuestra pequeñez hará que escapemos a todos los cálculos; el hombre es algo que ninguna ley puede capturar ni contener.
(...) Solo tengo que tocarte, mi amor, para saber lo que es humano y lo que no lo es. El progreso es el derecho a la debilidad, penosamente conquistado, y penosamente conservado. Pero sólo se puede ser débil entre los que creen en la debilidad y la respetan. Y mientras tanto, mientras espero que el hombre prevalezca, debo aceptar la derrota, que será tremenda. Debo dejarte y plantarme ante aquellos que creen en el hierro y en la fuerza. Debo dejarte y esperar pacientemente hasta que ellos sean como nosotros -hasta que triunfen-, hasta que sean débiles. Debo ayudarles a debilitarse, a triunfar.
(...) Deja que se lancen de cabeza con su entusiasta certidumbre: caerán directamente en brazos de la duda. Deja que florezcan en la confianza de sí mismos: la duda llegará a ellos como una corona de espinas que será una realización.
(...) El hombre raramente fracasa cuando se propone mostrarse como tal."


Romain Gary





Fragmento: Los Colores del Día. 1960
Cuadro: Dalí. "Soledad"

Fotografía: "en la cuerda floja" de Google Imágenes


20 nov 2009

Cuando el mundo se afina...






Cuando el mundo se afina,
como si apenas fuera un filamento,
nuestras manos inhábiles
no pueden aferrarse a nada.


No nos han enseñado
el único ejercicio que podría salvarnos:
aprender a sostenernos de una sombra


(Argentina)

8 nov 2009

Mar



Después de una semana de temporal que no cesa, con rachas de viento huracanado y lloviendo granizos, imagino lo que nos espera. Antes de que se desatara la tempestad el Mar era toda una invitación, una trampa como la de la araña en su tela.
Nací, crecí y vivo junto al Mar; y pienso qué pasaría si algún día decidiese instalarme lejos de él. Su contemplación, cuando está sereno, infunde una emoción difícil de explicar.
Los humanos hemos abierto muchos negocios con el Mar, desde la supervivencia, el comercio, el deporte, la energía y la salud..., hasta la poesía. Y queda prendido en la memoria porque es nuestra cuna. A veces parece que respira sosegadamente, como un niño que lleva horas durmiendo, e inspira placidez. Otras veces se tiñe con colores prestados, tan inesperados y embriagadores que los sentidos hacen equilibrios entre la maravilla y la melancolía. Su nombre debería escribirse con mayúscula, como el del Sol, la Tierra o la Luna. Porque, pese a sus múltiples temperamentos, que dependen de su confinamiento, el Mar es uno.
Desde hace días está bravo. Parece que suplica y grita, y que ruge ya desesperado por los azotes de un viento despiadado e incontenible. El Mar emprende su venganza precipitándose contra el acantilado, haciéndose estallar en mil pedazos blancos que vuelan en anarquía mecidos también por el mismo viento. En su retirada lo veo sangrar entre las grietas de las rocas, arrastrando lo que queda de sí mismo para recuperar lo que considera suyo. ¡A cuántas aventuras incita! Y cuántas ausencias lava, para luego depositarlas limpias en la orilla como un regalo de humildad.

Fotografía: Jon Kepa

25 oct 2009

Si la cosa funciona

He visto la última de Woody Allen -tres veces- y en todas las ocasiones he salido entusiasmada. De este director sólo me gusta su cine de madurez, el de los últimos años. En “Si la cosa funciona” me encuentro al fin con un Allen que me convence porque coincide conmigo: su historia también es la mía. Me parece su mejor película; es demoledora, brillante, ¡genial!
A la salida capté al vuelo algún comentario sobre el filme: desfasado y superado.
Me quedé pensando en lo del “desfase”, más bien refunfuñando. Al llegar a casa hice lo que el protagonista del libro que estoy leyendo, usar el diccionario: “superar”, vencer, exceder.
Desde luego, cuando son las palabras las que se apoderan habría que volver a pensarlas, o definirlas de nuevo por lo que puedan esconder. Después concluí lo de siempre, que es imposible que las prendas del mundo nos queden como un guante a todos a la vez. La plasticidad de estar viva hizo el resto: el guión de “Si la cosa funciona”, escrito en los años setenta, tiene un trasfondo existencial que me resulta clásico e insuperable: nuestra pequeñez, nuestra debilidad y nuestra capacidad de comprensión. Somos seres desamparados, cada cual en su vía de extinción.
La película no me ha dejado indiferente. Le pone a uno al corriente de sí mismo y frente al universo: una situación que no cambia. A su modo o como puede, cada uno introduce y protagoniza una historia en la extraviada Patrulla humana. De aquí el desbarajuste; somos improvisadores de nosotros mismos. Nuestra existencia ha sido arrojada al regazo del azar, desde donde la vida nos sale al paso salpicando el camino con aciertos y errores, con casualidades y dudas.
Woody Allen ordeña la realidad, bien recurriendo a la física, bien desde el interior de las sorpresas, para descifrar los asuntos más comunes que nos tocan. Y cuando la felicidad es mordida por la lucidez se hace preciso ceder al consuelo de la amistad, la tierra mejor abonada para dejarse caer. Sobre la marcha, “intenta atrapar todo el amor posible”, dice; “y.... si la cosa funciona...”

15 oct 2009

ÍTACA




Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje. 
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
 Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.



Fotografía: Capa de la Tierra. Google Imágenes

7 oct 2009

LA CIENCIA EN ESPAÑA NO NECESITA TIJERAS

De los motivos que me impulsan a participar en la iniciativa promovida por Javi Peláez, dos de ellos son muy personales: uno es que no quiero ver a mi hija, todavía en el segundo año de universidad, cómo se desanima en su proyecto como futura investigadora; no quiero que piense que EN ESPAÑA LA CIENCIA NO TIENE FUTURO, porque involucra su futuro; así que no deseo para ella el desánimo ni la desilusión. El otro motivo está relacionado con la SALUD.

Creé este blog hace años como una nave estelar con la intención de humanear con otra perspectiva por las salas de sus páginas. Los amigos que la visitan me permiten participar de la diversidad de ideas, pues vierten aquí múltiples opiniones, que lucen como estrellas, y me hacen sentir más hecha, más humana.
No son pocos los guiños que, con mis limitaciones, hago a la ciencia desde aquí. Digamos que la Ciencia, en todos los campos del saber humano, es otra niña en mi vida a la que mimo y cuido como si fuera mía, porque, gracias a ella, a la Ciencia, cada día también me siento más humana.

La ciencia afecta positivamente al desenvolvimiento de nuestro pensamiento y contribuye al conocimiento del mundo que nos rodea. Y si por un lado las creencias incuestionables empuñan el hacha, por otro se aplica la tijera, y a esto le sumamos las dificultades que no están en manos de unos y otros porque dependen de nuestras limitaciones, ¿dónde nos quedamos?

El científico descubre y crea. Tomando la voz de Gary Zukav: “la distinción entre científicos, poetas, pintores y los escritores no está del todo clara, y es muy posible que sean todos miembros de una misma familia de seres humanos, cuyo don natural es tomar las cosas que llamamos lugares comunes y re-presentárnoslas de manera que logren que se expandan los límites que nos hemos impuesto”.
Por lo tanto, cerrar puertas a la ciencia es cerrarlas al ingenio, al desarrollo humano. La ciencia nos hace más inteligentes, más críticos, más humanos. Su buen uso permite que nos instalemos en este mundo con cierto confort; y, ¿por qué no?, con orgullo: es el logro más destacado, el más útil, porque INTENTA EXPLICAR, porque OFRECE SOLUCIONES ante necesidades y problemas. La ciencia es un fruto extraordinario, el más grande que ha dado el árbol humano. Por todo esto, y más cosas que no se me ocurren ahora mismo, pienso que es EL MÁS ÚTIL DE LOS INVENTOS HUMANOS.

FRENAR EL PROGRESO DE LA CIENCIA es encarcelar el futuro, supone una mutilación que reduce el desarrollo y CIERRA EL ACCESO A MEJORES POSIBILIDADES.
En fin, un país que no dedica recursos suficientes a la investigación científica no sólo se perjudica a sí mismo sino a todos los demás, porque LA CIENCIA TIENE ALCANCE UNIVERSAL.

Deseo que la investigación en España se desarrolle LIBREMENTE, ajena a los adoctrinamientos, sin trampas competitivas, SIN TACAÑERÍAS NI ARBITRARIOS MEDIOCRES APAÑOS POLÍTICOS.
Por lo tanto, me opongo a toda clase de recortes que afecten a la investigación científica en España, porque LA CIENCIA EN ESPAÑA NO NECESITA TIJERAS.



4 oct 2009

REUNIÓN EN LA ALDEA


Iniciativa de

La Aldea Irreductible


LA CIENCIA ESPAÑOLA NO NECESITA TIJERAS







Próximo estreno


EL DÍA 7 DE OCTUBRE


en un montón de blogs


;)







26 sept 2009

Sentarse en la Luna



Cuando nació su primera hija sabía poco de la vida. Es más, se podría decir que no sabía nada. El mundo le resultaba un lugar hostil, así, sin más. Al ver crecer a la niña, tan saludable y alegre, supo que no podía transmitirle su sentimiento pese a sentir la obligación de prevenirla ante el acecho de los múltiples peligros. Una tarea difícil: el mundo que ambas veían podía ser el mismo, aunque no lo era el modo de percibirlo.
La niña era todo audacia y la madre andaba envuelta entre miedos, esos miedos inexplicables adquiridos a través de las fuentes de ciertos tiempos. ¡Era tan joven! “...Una edad estupenda, preciosa, para ser madre...”, venían a decir algunos de los “ciertos tiempos”.
La joven madre, ingenuamente, al principio pensó que para la pequeña no existían causas de sufrimiento; realmente, de su primera infancia, apenas encontraba recuerdos felices entre sus recuerdos. En la soledad de sus pensamientos se confesaba: no sé..., no sé...
Pero la vida no aguarda y ante las múltiples dudas que le asaltaban optó por observar a su cachorro intentando intuir qué esperaba de ella. Era un trabajo que empezaba cada mañana y rodeaba la noche, es decir, constante. Las dos niñas jugaron siendo madre e hija, lo único que podían hacer aún sin saber, ajenas a las bondades de la civilización que ocultan la naturaleza y al desamparo que produce simplemente existir.

Los meses y los años pasaban veloces como gacelas. Las preguntas de la niña, y los pequeños problemas que recogía de su mundo, se complicaban; se multiplicaron. La joven madre sólo podía ofrecerle ilusiones y, en último caso, un candoroso comodín de esperanzas.
Uno de los sueños más divertidos que ideó fue ir a sentarse las dos en la Luna para observar los problemas que a veces atormentaban a la más pequeña, un ejercicio que mantuvieron durante muchos años, incluso cuando la niña ya había alcanzado la edad adulta. (Muchos años después, en 1994, Spielberg adoptó una imagen parecida como logotipo para su Factoría de Sueños).
Sentadas allí fuera la humanidad se transformaba en un hormiguero, y las hormigas tenían gracia: ¡mira!, por allí unas se pelean entre ellas por un insecto; por allá otras cortan unas hierbas largas hasta dejar una calva en el prado; pero, en otro sitio, en medio de la selva, algunas necesitaban poco, recogiendo lo justo para llevar consigo al hormiguero; ¡mira!, por allí la lluvia las hace moverse más deprisa... ¡Son unas bobas muy listas!, acababa diciendo la pequeña. Desde allí vista, la Tierra ¡era tan hermosa, tan consoladora, tan inspiradora! Mientras reían, la madre atesoraba motivos y la niña rompía con sus problemas, que decrecían hasta caer en sus bolsillos.
Sentadas en la Luna se dieron cuenta de que nada les pertenecía, que sólo eran propietarias del puñado de sueños que caben en una vida y cada sueño es una gran isla plagada por los misterios de la naturaleza.

12 sept 2009

Atapuerca

 Ayer aterricé, como todos los veranos, en Atapuerca. Aunque navegué por la autopista, la carretera estaba algo complicada por el tráfico. El día se presentó magnífico, soleado y poco caluroso. El viaje de ida duró casi tres horas, un tiempo en el que fui emborrachándome con el paisaje trigueño.

La visita al parque temático de Atapuerca estuvo floja; quiźas el guía tenía hambre o estaba cansado de toda la jornada hablando y explicando las mismas cosas. Hoy no me importa demasiado, pues el retorno al pasado siempre me recompensa haciéndome recordar que no estamos tan lejos de aquello y que todavía nos queda mucho por hacer.

 
El guía ha conseguido hacer fuego

Compré un ejemplar de Toc-Toc, El Niño de Atapuerca
para mis sobrinas: estoy deseando leerlo y escucharlo con ellas. Me fascinan la curiosidad de los niños, sus caras de asombro y el atropello de su voz cuando preguntan.

Cabaña en el Parque Temático. Todos los niños se metían dentro.

El regreso lo hice por la ruta del Puerto del Escudo. De todo el trayecto, la zona que más me gusta es El Páramo de Masa, ahora salpicado con pequeños bosques de molinos. Al llegar junto a ellos, me dutuve y apagué el motor: las aspas rozaban el aire a cámara lenta y desprendían un sonido constante, como el sedante rumor de mar de fondo.

 
Estilizados y altos, mensajeros del viento 

El momento culminante llegó al atravesar  el Puerto de Carrales donde me sentí como el romántico doctor Skružný, de la película Mi Dulce Pueblecito, quien se olvidaba de conducir al contemplar el bello paisaje checo y decía: cada momento bonito de la vida deberíamos poder guardárnoslo para cuando lleguen los malos". 

 
En el fondo del valle, leña recién cortada

Entre la fronda aparecen algunas cicatrices de estío y sobre los árboles empiezan a posarse los primeros acentos de otoño.

4 sept 2009

Ubi dubium ibi libertas


Una amiga argentina, cuando no comprendía algo, me decía "enciérrate en tu pieza y ponte a pensar".
Yo le hacía caso, era unos años mayor y la consideraba más sabia. Me iba a mi cuarto, una buhardilla de cuatro pasos por dos, me sentaba ante la mesa de estudio y comenzaba a escribir. Lo que hacía, pienso ahora, era hurgar entre mis experiencias con el fin de sintetizar alguna idea conductora que me permitiera volver a empezar. En términos de aquélla época buscaba una señal en alguna parte para encontrar "el camino", ése que, según me enseñaron, todos tenemos asignado.
Escribir era la forma de no andar dando gritos mientras esperaba que el destino me saliese al encuentro. Quizá fue aquí donde me nació la afición. Atendía a un deseo sin forma ni contornos, un sueño sin nombre. No obstante, lo que descubrí fue que la vida es un laboratorio en el que algún experiemento explota y nos quema las pestañas.

Sin posibilidad de eliminar los interrogantes, afortunadamente, desde entonces, sigo transitando por la vida tras una pista, persiguiendo objetivos e improvisando la mayoría de las veces por carecer de suficientes datos. Digamos que con frecuencia actúo intuitivamente, es decir, poniendo el corazón a tejer una prenda sin saber si me servirá.
 Pienso que si funciona todo este lío es porque nos hacemos preguntas constantemente, desde siempre; de niños reclamamos unas respuestas a nuestros padres que nos dejan más o menos conformes; cuando esto ya no es suficiente buscamos satisfacer los interrogantes en todas partes, incluso entre aquéllos que también los tienen y no pueden ofrecernos respuestas. Pero, las respuestas, van llegando lentamente y no suelen ser definitivas.
Entre tantas dudas surge la necesidad de confiar en uno mismo, al parecer lo único seguro que nos ofrece la naturaleza, como si la fuente de esa confianza estuviese en nuestros genes.
Cada vez que encuentro una respuesta que me satisface me doy cuenta de que vuelvo a empezar, pues aparece un nuevo elemento con el que experimentar en el laboratorio. Y ¡me encanta!

Henry Miller lo expresó así:

Yo obedezco únicamente a mi instinto y mi intuición. No sé nada por adelantado. En ocasiones expreso cosas que no comprendo, con el conocimiento seguro de que más tarde su significado se me hará claro y comprensivo. Tengo fe en el hombre que está escribiendo, que soy yo mismo, el escritor.

Aunque no es santo de mi devoción, Bob Dylan dijo una vez:

Escribo una canción y sé que va a salir bien. Ni siquiera sé de antemano lo que voy a decir en ella.

Y Heisemberg:

Lo que observamos no es la naturaleza en sí, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de interrogación.


 Dedicado a La Rata Paleolítica, cuya entrada sobre el maltrato animal me ha llegado al alma. ¡Gracias!

Título: "Donde hay duda hay libertad". Proverbio latino. De "El Mundo y sus Demonios", de Carl Sagan.
(Las citas son de "La Danza de los Maestros de Wu Li", de Gary Zukav).
La fotografía la conseguí en Google Imágenes, hace ya rato.

1 sept 2009

Ay!

El caso es navegar. Desde ayer por la mañana estoy con un ataque de ciática; me dio cargando la lavadora, o sea, estando de maniobras domésticas. Aquí podría aplicar la frase favorita de mi madre -si no fumaras-, cuando un par de veces en mi vida me ha sorprendido el crack de espalda agachándome para recoger un cigarrillo del suelo. Ahora podría decir lo que nunca va a decir, si no pusieras lavadoras... Pero... cuando pongo lavadoras no pienso y cuando pienso sí fumo.
Digo lo de navegar, porque hoy lo estoy haciendo de forma distinta: sentada en el sillón de ruedas del despacho, lo voy moviendo impulsándome con una muleta contra el suelo, como si ésta fuera un remo. Así voy recorriendo la habitación para llegar hasta la librería, a la mesa del té, ante el ordenador y hasta pocos más sitios porque las escaleras de la casa son inaccesibles con este medio de locomoción. De modo que tengo vetados el jardín -hoy lluvioso, quizá no interesa-, la cocina y la biblioteca, que no son poco.
Ante la dificultad de manejar libros pesados hoy me he decantado por la Web sin ningún cargo de conciencia. Nunca leo la prensa, nunca veo noticias, desde hace más de quince años. Me parecen terroríficas, me recuerdan a una publicación que leía mi abuela, El Caso. Pero de poco sirve no hacer nunca esto o lo otro, porque no falta quien lo deje ante tu puerta en forma de malas nuevas o bien durante un oficio que es de todos, el de de vivir.
Disculpad que hoy no me levante, me duele la espalda.
Esta mañana -como hago siempre- he visitado La Aldea Irreductible, (http://aldea-irreductible.blogspot.com/) un blog del que soy asidua, que me encanta. En su penúltima publicación he encontrado la idea de lo que no se lleva a cabo aunque sea necesario "porque que no interesa". El artículo está dedicado a las energías alternativas y deja abierta una respuesta a los comentarios de los lectores.
Me quedo pensando en  que “lo que no interesa” aparece en muchos campos de la vida, como la farmacéutica, la política, la justicia, la empresa, la ideología... etc. A mí el "no interesa" que más me desgarra es cuando afecta al individuo, ése ejemplar único de humano, tan especial y tan olvidado, el que está afectado y de qué manera está afectado. Todos somos iguales en términos universales, esto no se puede negar ni olvidar; y si hay algo diferente en nosotros, único, es gracias a la diversidad. Pienso que cada individuo que cuenta “su historia” lo hace de una forma única, y su recepción a cada uno de nosotros nos toca la fibra de una forma también única. De modo que la manera de contar y recibir una historia nos hace únicos en el grupo de iguales. Esto es lo que pienso.
Hace poco, en Hole Fels se han encontrado los objetos artísticos más antiguos (40.000-35.000 años) que se conocen de autoría humana, los más famosos son una flauta y una venus bastante fea, entre otras herramientas. A lo que voy no es a desgranar la prehistoria sino al individuo, a aquél que se le ocurrió por primera vez fabricar una escultura o una flauta. Me da lo mismo que se lo inspirase una forma natural o un encuentro casual con un jilguero, lo que me importa es que "uno" visualizó algo y se propuso materializarlo porque lo creyó necesario. Un tipo ataviado con pieles -probablemente neandertal, mi especie favorita-, apremiado por la supervivencia pura y dura, encontró un par de ratos libres para fabricar dos cositas que no le darían de comer, pero que serían definitivas en el desarrollo del mundo abstracto que estaba empezando a emerger. Y hay que suponer que su grupo no se opuso, no se le acusó de vago soñador; seguramente, lo alentaron a continuar buscando una simbología que para todos ellos tendría un significado, una utilidad. La flauta es la que me parece más fascinante; implica la invención de la música.
Si avanzamos en la historia la conclusión está clara: el mundo ha ido avanzado gracias a la intuición y el ingenio de un solo individuo que tenía una brillante ocurrencia. ¡Y cuántas zancadillas y oposiciones de todo pelaje, según épocas, se ha encontrado cada genial individuo! Después de todo, y siguiendo con según qué épocas, se podrían perdonar entre comillas algunos abusos, aunque no las torturas, los ajusticiamientos y otras condenas, más agresivas con la inteligencia que con el cuerpo, que actuaban contra la mente humana, un auténtico tesoro. No obstante, estos individuos pudieron dejar testimonio de sus sueños y de que vivieron para ellos. ¡Les debemos mucho! Sí, les debemos mucho pero exactamente ¿de qué nos acordamos cuando decimos que les debemos mucho? Porque actualmente parece que las cosas no han cambiado tanto. Nos espeluznamos ante el sufrimiento físico -y con razón-, nos conmovemos ante el emocional pero, ¿cómo reaccionamos ante la negación de la inteligencia?¿Acaso no crea sufrimiento? ¿O ella está en otra categoría?
Desde hace unos años se ha puesto de moda trabajar "en equipo"; en mi época de escolar era una especie de modernez que empezaba tímidamente en los colegios; ahora parece que es lo que se persigue, el objetivo. Esto de trabajar en equipo me hace gracia pero también me repatea los hígados, porque los vagos de remate salen tan beneficiados como los que no los son. Los logros son de todo el equipo, aunque yo no haya dado un palo al agua, porque figura mi nombre. No saber o no querer trabajar en equipo se ha convertido en un error, un defecto imperdonable, y me remito al ejemplo escolar más reciente, el de mis dos retoñas.
El trabajo en equipo creo que sirve -en teoría- para acelerar el progreso, para que nuestras conquistas intelectuales del mundo y calidad de vida sean más rápidas y, supuestamente, beneficien a TODOS, con mayúscula. Sinceramente, me parece una... ¿falacia ad populum, se dice?, porque, cuando "no interesa" se pisa el freno -otra clase crueldad poniendo zancadillas- sin sopesar los perjuicios humanos; simplemente se piensa en “términos económicos” que perjudicarán a una mayoría y beneficiarán a unos pocos. El Señor Spok nos aleccionó en los años sesenta sobre el sacrificio de uno en beneficio de muchos; los capitanes de todas las naves de la Federación lo entiendieron y así lo eligen en sus aventuras, aunque luego salen todos victoriosos, afortunadamente, porque no hay cosa que más rabia me dé como que desaparezca alguno de mis héroes. También incluiré los “términos ideológicos”, ¡por qué no!, los lavados de coco interesados han estado y estarán siempre incluidos en el orden del día. No voy a señalar a nadie. Se vende y se compra, ahora, bienestar material generalizado cuando antiguamente se imponía ignorancia. ¿No es el mismo bicho con distinto pelaje? ¿Quizá no es el mismo bicho más grande? Aquí lo que interesa es dominar, y el progreso humano no se sabe qué lugar ocupa en el escalafón de necesidades reales y honestas. Igual que la inteligencia. Progreso, inteligencia, ingenio.... parece que van perdiendo su significado. ¡Hombre, entiendo que tanto el progreso como la esperanza nos invitan a encontrar y dotar a las mismas palabras con otros significados...!, por cuestiones de evolución, supervivencia, poesía o romanticismo. Esto me parece importantísimo, porque pienso que nos acerca a lo humano. ¡Pero que vayan perdiéndolos... hombre, hombreee!
Me estoy alejando del individuo. ¿Cómo se mide el descontento, por el grueso de la gente o interesándose por la persona? Si me atengo a lo segundo, escuchando al sujeto observo que hay bastante descontento pues casi cada uno, de entre todos, tiene algo por lo que quejarse y suele coincidir en la causa. Pero ¿acaso no esta integrado el grupo por individuos? El problema quizá está en la media: se hace la media de todo, se reducen los problemas con sus matices a uno solo y el problema se diluye, se comparte, se convierte en un problema “de equipo” y ya no parece tan importante; se da una solución media, de grupo, de equipo, se evalúa la aceptación media -llamado grado de satisfacción (¿me equivoco?)- y santas pascuas. Sigue el descontento, pero compartido. Todos los saben; todos lo conocemos; así podemos manejar la impotencia y soportar la insatisfacción, en equipo.
Hoy me duele la espalda, perdonad si no me levanto.


Imagen: Google Imágenes (doctorcampana.blogspot.com)

24 ago 2009

Vivir con los ojos abiertos


A veces se me ocurren cosas, a partir de palabras normales. Y me sucede, muchas veces, realizando tareas corrientes como preparar un guiso, lavarme los dientes, coger caracoles o poner orden entre los papeles de mi mesa.
Hace unos días, por ejemplo, me ocurrió con la palabra meses, cuando alguien en medio de una conversación sin importancia dijo "los meses son cadáveres"; se me disparó la palabrería interna y empecé a pensar que, efectivamente, los meses son los cadáveres que va depositando el tiempo a su paso; las semanas, los miembros sobre los que se puede deducir la actividad cotidiana; los días, los rasgos que se van depositando; y a los instantes..., los impregnaré con sensaciones. Una tontería como otra cualquiera; si supiera componer poesía habría podido dotarla con el orden sensible que quizá merece.

Hoy me ha sucedido con las palabras tradición..., costumbre..., conservadurismo..., un tema recurrente, casi cotidiano, porque lo encuentro conversando, lo sugiere con frecuencia el tema central de alguna película o aparece dentro de un libro. El asunto me sorprende hasta en la cocina, cuando quiero variar una receta para experimentar nuevos sabores que la hagan más rica y sabrosa. Así, entre vapores, aromas, cacharros y con más ilusión que hambre, me digo lo de siempre: esto es como las soluciones que damos a nuestras necesidades, no son más que recetas para andar por la vida y, lo mejor de todo, se pueden modificar para hacer la vida más rica y sabrosa.

Reconozco que esto del vivir con los ojos abiertos me fascina, me proporciona un gran bienestar. Somos animales de costumbres, tradicionales en mayor o menor medida, quizá por aquello de mantener a toda costa lo que hasta ahora ha funcionado o parece que funciona. Pero, cuando pienso un poco más a fondo encuentro que lo tradicional, además de cómodo, nos mantiene controlados, unidos por una ideología común o un mismo próximo origen. Entonces veo que el individualismo, que nos hace únicos, acaba disuelto e inapreciable como una gota de vino en un vaso de agua.

No pasa un día sin que piense en algún momento en que el peldaño que hoy me sustenta, aunque todavía vigoroso y en buen uso, mañana estará caduco o peligrosamente desfasado, teniendo que reconsiderar cada vez que lo utilizo si debo otorgarle una breve prórroga o una fecha de caducidad. Esto me resulta inquietante a la par que apasionante. Me produce un especial placer cuestionar lo normal, todo esto o aquello que se dice o hace porque es el modo de pensar o de actuar.

Recuerdo que hace bastantes años, un pretendiente algo desalentado me dijo que yo no sería nunca de nadie. ¡Desde luego!, dije, reuniendo todas las dispersas ansias de libertad que tenía almacenadas aquí y allá, hasta ese momento. Interpreté la afirmación según mis conocimientos sobre el mundo: yo no tendría dueño y jamás me dejaría dominar por alguien.
La frase de mi amigo no la he olvidado nunca, como puede comprobarse, aunque, andando los años, lo que más me preocupó durante una época fue la idea de que nunca sería capaz de entregarme a nadie por completo.
Cuando más tarde tuve a mis hijas comprobé que esto no era cierto.

No obstante, el tiempo, igual que lo cura todo también muchas veces lo embrolla todo. Esa libertad por la que luchaba entonces ha cambiado de formato, ya que unas cosas han venido a simplificarse y otras se han ido complicando. La famosa libertad de antaño fue dejando de ser un requerimiento físico; a cambio fue perfilándose la necesidad de encontrar motivos para desmontar y volver a reconstruir las rutinas que someten al cuerpo y la mente. He comprendido que en cada operación hay que soltar lastre, como si la capacidad de mi buque fuera limitada.
Además, hoy sé que no seré de nadie, porque, ése nadie, también me incluye a mí.

Imagen:Google

13 ago 2009

Lluvia de Estrellas




Cuando planto una grano de maíz sé que de él saldrá una planta cuya imagen está forzada en mi mente. Una vez se ha desarrollado la planta, que me supera en altura, la observo detenidamente y curiosamente encuentro que difiere de otras de la misma especie.

Inevitablemente pienso en la semilla de la que ha brotado y, dicho sea de paso me invade un poderoso sentimiento de asombro por el proceso que califico interiormente como “mágico”, al observar el “milagro” me digo: ¡aquel pequeño grano guardaba toda esta información!

Anoche vi la lluvia de estrellas.

Los sueños me hacen mirar hacia el futuro, mientras los sentimientos me vuelven hacia el pasado. Recuerdo los libros que he leído este invierno y los percibo como semillas que han germinado en la tierra de mi frente: guardo un sentimiento indescriptible, un tanto melancólico, a veces -me atrevería a decir-, casi doloroso.

¿Vacaciones? El entusiasmo es una fuente de energía ilimitada que me aleja de las fronteras temporales. Soy un pequeño ser en un mundo agitado que siente lo que está haciendo como por vez primera. También soy futuro en un tranquilo mundo donde cada cosa que se vive es un descubrimiento.



Imagen: Google

12 jul 2009

Un alma saludable


Fotografía:Web

En un libro de recopilación de textos he encontrado un fragmento precioso y conmovedor de uno de mis filósofos favoritos: Bertrand Russell.


Para qué he vivido

" Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. He buscado el amor; primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad, esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura mística, la visión anticipada del cielo que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que -al fin- he hallado. Con igual pasión he buscado el conocimiento. He deseado entender el corazón de los hombres. He deseado saber por qué brillan las estrellas. Y he tratado de aprehender el poder pitagórico en virtud del cual el número domina al flujo. Algo de esto he logrado, aunque no mucho. El amor y el conocimiento, en la medida en que ambos eran posibles, me transportaban hacia el cielo. Pero siempre la piedad me hacía volver a la tierra. Resuena en mi corazón el eco de gritos de dolor. Niños hambrientos, víctimas torturadas por opresores, ancianos desvalidos, carga odiosa para sus hijos, y todo un mundo de soledad, pobreza y dolor convierten en una burla lo que debería ser la existencia humana. Deseo ardientemente aliviar el mal, pero no puedo, y yo también sufro. Ésta ha sido mi vida. La he hallado digna de vivirse, y con gusto volvería a vivirla si se me ofreciese la oportunidad ."


Bertrand Russell

Autobiografía, 1967.

4 jul 2009

Ceniza amarga


Tanto tiempo llevándose puesto, que a veces le costaba verse como algo nuevo. Había momentos en los que sentía el dominio de los hábitos civilizados, aunque, no por mucho rato: el tedio, como una ola que golpea esos fondos enquistados, hacía crujir su postizo armazón cultural. La flojera del hambre -qué frágil diseño- le creaba obligaciones; también, la colmena, con su gordinflona reina, sus zánganos y su música de reconocimientos: sobre sus pompas habrían de caer -y herir- sus deseos. Intentaba concentrarse y se esforzaba hacia la existencia; pero sin agregar tutelas ni préstamos, ¡imposible! No se habían editado las palabras que pusieran a la suya un nombre exacto. Su casa, donde diariamente surgían el alba y el ocaso, como dos latidos distintos de una misma lumbre; donde más él había. Tanto tiempo consigo y vivió solo, junto a los residuos de un sueño.

25 jun 2009

La Luz Inquieta


Cuando el ser humano cogió la primera piedra y la observó se encontró con un regalo más de los muchos que le entregaba la tierra; pero cuando se decidió a transformarla recogió el primer fruto que su mente le ofrecía, la imaginación, un puente que le conduciría al futuro. Empezaba a salir de la ignorancia y muchas lunas y muchos soles le estaban aguardando. Todavía no sabía que tenía reservado un asiento desde el que construiría el mundo por el que transitarían sus descendientes.
Cuando pienso en esto siento envidia de lo que fuimos, porque estábamos en armonía con la necesidad. La imaginación, una capacidad que permite la visualización de un invento, despertó en nosotros ofreciendo una solución a un problema real: sobrevivir. Así éramos.
El mundo se ha complicado mucho. Ahora cosechamos necesidades de coleccionista que no se corresponden con los problemas. A veces pienso que los fósiles somos nosotros. La imaginación deambula entre los límites casi exclusivos del arte, mientras las necesidades reales se cubren con ingenios. El arte fabrica interpretaciones individuales ajenas al peligro, a la escasez o a la urgencia; no pretendo quitar mérito al arte, pero no puedo olvidar que empezó en la Prehistoria, probablemente como una necesidad que cohesionaba la mentalidad de un grupo precisado de unidad o de una identidad con la que vincularse al territorio de supervivencia.
Recuerdo que en el colegio los profesores valoraban mucho la imaginación de los niños. Lo recuerdo más por mis hijas que por mí misma, aunque lo que ellas vivieron despertó nuevas reflexiones. Sus comentarios me sorprendían pues carecían de intención exploradora, o eso me parecía. Nunca mencionaron que el interés fuera descubrir o conocer sobre el modo de percibir humano, sino que se incidía en la reproducción infantil del modelo normativo al que se nos somete desde pequeños, con la pretensión de educar en la permanencia durante intervalos de tiempo medidos para crear una costumbre. Tal y como yo lo sentí, la disciplina preparaba para desarrollar la capacidad de soportar la monotonía.
En la guardería criticaban a mi hija, cuando tenía tres años, porque no se sometía a la actividad de la clase y le costaba estar sentada junto a los demás niños haciendo lo que a todos se pedía, dibujar. La pobrecilla era inquieta y curiosa y no duraba más de diez minutos; no se recreaba en su obra, se aburría y quería trepar para acceder a los objetos que no estaban a su alcance. Nos convocaron a menudo para advertirnos sobre la niña -es muy vaga, decían-, cuando ella sólo quería explorar el mundo que le rodeaba (como hacía en casa), investigando todo para después dar una utilidad muy suya a cuanto encontraba. De modo que cuando me hablaban de imaginación y me mostraban los dibujos inducidos de los demás niños, yo veía impotente que se los estaba intentando integrar a la fuerza en un colectivo lleno de normas con la pretensión de que la imaginación volara libremente. En el peregrinaje de guarderías y colegios, más o menos ésta fue la constante: el método crea un hábito para integrarse y provee de unas cuantas fórmulas para afrontar los problemas de un mundo en constante cambio. Curiosa paradoja.
Confieso que admiro a los niños, me gustan muchísimo, sobre todo cuando todavía no pesa sobre ellos la rutina y no han sido cargados con la responsabilidad. He encontrado más enseñanzas en su efímera libertad y en su frescura, que en las propias experiencias.
Cuando nos hacemos mayores y hay que improvisar solemos acudir a la experiencia, que es como la luz de una estrella lejana porque emite desde el pasado. Sin embargo, me gusta pensar que la imaginación es un privilegio de la mente, una respuesta especial que damos a los estímulos cambiantes, una gran luz nacida en el presente que ilumina los senderos del futuro.

Fotografía: Nasa

14 jun 2009

Abalorios



hermosa luz menguante

brillan las promesas cumplidas,
los esfuerzos acabados

te gusta dar la última puntada:
"así está bien"

algo divino hay en tus dedos


Jose Luis Vidal Carreras


Del libro de poemas "Abalorios"
Palabras Mayores, Poesía, 2001
Editorial Alhulia


27 may 2009

El tiempo y la marea no esperan al hombre


"Una teoría pasa por cuatro etapas antes de ser acpetada:

I. esto es un sin sentido sin ningún valor;

II. es interesante, pero perversa;

III. esto es cierto, pero no tiene ninguna importancia;

IV. yo siempre lo dije.


J. B. S. Haldane, 1963


Título del post: proverbio inglés del siglo XIV
La cita pertenece al libro de Michio Kaku, "Física de lo Imposible": capítulo 14, "Máquinas de movimiento perpetuo".
La fotografía es de la Nasa.

25 abr 2009

La Patrulla Perdida

Creo que tengo que aclarar el post anterior. Quizá el contenido resulta algo oscuro, no obstante el estilo solo pretende recrear el ambiente de un momento determinado con la síntesis que introduce la distancia.







Aunque pueda parecer lo contrario soy propensa al optimismo. Vivo el día a día atenta y abierta a novedades; y en lugar de convocar esperanzas alimento sueños que, pensándolo bien, es casi lo mismo que cosechar lo primero, puesto que consiste en mantener la ilusión, la confianza o tener perspectivas.

Quizá tengo un modo particular de concebir “la Esperanza”, pues implica un gran deseo que, lo más seguro, no alcanzaré a ver porque la vida es limitada; así, cuando algo es casi imposible que suceda o todo parece perdido se recurre a ella. No soy amiga de la expresión "lo último que se pierde es la esperanza", ya que encuentro matices de resignación con situaciones que no dependen de nosotros. Por este motivo siempre hablo de Sueños. Los sueños suelen cumplirse casi siempre, si nos aplicamos en ellos. No obstante, no niego que una esperanza puede entrañar un sueño de que algo suceda acorde con un deseo.

Mi relato “Todos lo ayeres de hoy” está basado en una época de mi vida de hace veintisiete años. Es un retal muy valioso para mí, pues fue un momento crucial en el que decidí lo que iba a hacer el resto de mi vida. Creo que es buen motivo para tenerlo presente y lo hago sin esfuerzo y sin dolor.
En el relato vengo a decir que somos producto de lo que hemos ido siendo en el pasado que nos precede. Cada acontecimiento de la vida nos ha ido educando con nuestra asistencia y colaboración: familia, colegio, amigos, alegrías, sorpresas, fracasos, todos los acontecimientos diarios, hasta los más insignificantes, en los que inevitablemente hemos estado presentes, y nos han afectado directa o indirectamente. Nuestra actualidad es heredera de lo testigos que hemos sido en los acontecimientos y de nuestras actuaciones sobre ellos.
En los años ochenta caí en “desgracia” y me encontré en Madrid con una mano delante y otra detrás. Fue una época de transición política y de cambios sociales muy fuertes. De repente se producía una apertura bestial que empezaba a calar en las mentalidades. Antes del año 75 no se puede decir que la gente fuera feliz, aunque algunos o muchos así lo afirmasen. Pienso que la represión solo satisface a los brutos, a los necios y a los deshonestos. Los años que siguieron fueron lentos y unas mentes se abrieron con más rapidez que otras, no obstante, creo recordar que no hubo conflictos y la famosa transición, según se oye decir, fue ejemplar. En medio de esta “convulsión”, a los jóvenes se nos apremiaba a aceptar de una vez nuestras responsabilidades para afrontar el futuro, sin olvidar que yo soy mujer y esto todavía marcaba diferencias.
Ahora, cuando reflexiono sobre aquello, comprendo la dificultad que entraña protagonizar un cambio de esa magnitud, y que el privilegio quizá se halla en presenciarlo desde fuera. El tránsito fue muy duro y para muchos, como fue mi caso, significó el destierro. Mi histórica rebeldía al fin estaba recibiendo un castigo. Además tuve que afrontar un destierro dentro de mí misma y durante algún tiempo quedé a merced de la confusión y de la costumbre: mantenía ciertos hábitos, aunque sin el auxilio de las tradiciones. Llegué a creer que el estado de confusión en el que me encontrada sumida sería para siempre. Por aquella época no dominaba la incertidumbre y lo que más deseaba era que el mundo me resultase familiar. Pasé soledad y también hambre.
Los libros fueron mis mejores aliados y, en muchos casos, mi único alimento.
El Rastro. Era un refugio. Allí encontré muchas joyas de mi actual biblioteca. La anécdota del domingo que salí a caminar es verídica; pero la realidad es que lo hacía todos los domingos, incluso muchos días laborables alrededor de las cinco de la tarde.
Es cierto que aquel domingo, en un portalucho de mala muerte, esperaban apilados cientos de libros viejos, rotos o antiguos. Y también que me acerqué a la pila de los más amarillentos y estropeados y cogí uno al azar. Era un tratado de Física Elemental. En principio no me interesaba demasiado y no esperaba gran cosa de él. No obstante, la curiosidad por su formato me llevó a ojearlo y lo abrí por cualquier parte. Encontré una palabra que adquirió a partir de entonces un significado nuevo: Inercia. Ahí estaba la Primera Ley de Newton, que me hablaba de la capacidad de los cuerpos a permanecer en su estado de movimiento o de reposo, porque ofrecen una dificultad (resistencia), y al aplicarse una fuerza ese estado cambia.
Esta Ley me dio una clave fundamental, que ha sido útil para el resto de mi vida. Estaba sumida en un estado de inercia constante y tendría que hacer algo para cambiarlo. A partir de aquel instante todo fue diferente; creció mi afición por las disciplinas de ciencia, por la Física en concreto. Esta afición me proporcionó el aprobar una oposición que me permitió trabajar en lugares inspiradores e idílicos, donde mi carácter comenzó a reconfigurarse -a reeducarse- con nuevas concepciones sobre el mundo y sobre la naturaleza humana.
La Física me ha enseñado a soñar. Yo soñaba antes, pero a partir de Newton empecé a hacerlo de otra forma, con fundamento. La Física me condujo rápidamente a la Filosofía. En ambos campos encontré las posibilidades de un Cómo y un Porqué, respectivamente, que no tenían que ser definitivos o incuestionables. Mi trabajo me permitió dedicarme a ello. Gracias Newton.
Lo de la nave espacial es una idea que alimento desde pequeña, gracias a Kirk y al Sr. Spok. Puede que por la época arcaica en la que siento que me ha tocado vivir, y por la mentalidad que tengo, sueño con un futuro distinto al que parece orientarse este presente que vivimos. Bien es verdad que deseo (como todos) un mundo sin conflictos, sin intrigas y sin intereses particularistas. Sueño con un mundo en el que la cultura, el conocimiento, la ciencia y los beneficios de la técnica estén al alcance de todos los habitantes de este planeta; como afirma Eudald Carbonell, quizá entonces “podremos alcanzar la humanización plena de nuestra especie”. Esta idea es mi nave espacial, la Enterprise particular en la que navego por la vida, como uno más de esta gran Patrulla Perdida.


La fotografía me ha llegado por correo electrónico.

24 abr 2009

Todos los ayeres de hoy




Aunque vino al mundo el primer día de otoño de hacía veintiséis años, todavía estaba esperando nacer y el momento aún tardaría en llegar. Había estado siguiendo una pista... falsa. Sus deseos, intentos o impulsos chocaron un día con una realidad incompleta, insuficiente e insatisfactoria. Todos los in orbitaban a su alrededor atraídos por una despiadada gravedad de costumbres que la hacían sentir como una extraña aquí... o allá..., donde los demás parecían sentirse cómodos.
-La lucidez cae como un rayo -solía decir; y se protegía de un exceso buscando calificativos para sí misma que luego anotaba en un pequeño cuaderno, nonata, duividua, sordomuda interior, nadiente, mutante..., ilustrándolo a veces con autorretratos que firmaba así: mi reino no es de este mundo. Era su frase preferida. No soportaba un mundo donde cada cosa tiene su sitio. Odiaba ésta otra: tienes que buscar tu lugar en el mundo. ¿Por qué habría de buscar dónde colocarse? La vida no es un apartamento donde cada persona ocupa su sitio como un objeto.
A veces miraba hacia arriba con impaciencia; si hubiese aterrizado un platillo volante se habría fugado dentro de él sin dudarlo un segundo, incluso sin garantías de retorno.
Cada mañana al despertar formulaba una oración, como si nombrar los deseos adelantase los acontecimientos: que vuelva la noche para huir durmiendo. Estaba al límite de ser, pues se sentía incapaz de recoger los frutos de la juventud o los beneficios de la salud. Llegó a pensar que la naturaleza la estaba expulsando del mundo. Para no desesperar inventó esperanzas; pero carecía de un proyecto con el que perseguir al futuro. Una noche de insomnio le bastó para unir a ambos: buscaría un proyecto al que entregar un sueño.
Durante el día se aplicaba mucho. Y por la noche leía hasta altas horas de la madrugada, permaneciendo junto a quienes años después calificó como sus maestros. Con el paso de los días, las semanas y los meses, la idea le fue pareciendo un hilo muy largo, o quizá demasiado elástico. Las horas se esparcían aleatoriamente, como las migas de una torta de pan que se va deshaciendo, o como las hojas que dejan caer los árboles en otoño, o como una nube de abejas asustadas alrededor de quien las amenaza. Cualquier cosa. El tiempo pasaba de largo dejando una suave melancolía.
Una mañana de domingo se lanzó a la calle, temprano. Se había levantado con la sensación de que todos los ayeres se estaban congregando en el presente. Caminó sin rumbo concreto; las calles, como páginas limpias, resplandecían silenciosas. Afortunadamente, Madrid es lo suficientemente grande y no hacía más que crecer allí por donde iba.
En el Rastro encontró un libro antiguo, de física. Lo abrió al azar: Ley de Inercia. Pagó el libro y se lo apretó con fuerza al cuerpo. De regreso volvió a leer aquel enunciado, percibiendo cómo el pasado acudía en su ayuda: una casualidad que le afectaría por siempre.
Google Imágenes

19 abr 2009

Un Poeta


Yo no voy siempre solo al fondo de mi mismo
sino que a veces llevo a otros seres conmigo.
Los que hayan entrado en mis frías cavernas,
¿Están seguros de salir aunque sólo un momento?
Yo acumulo en mi noche, como un barco que se hunde,
sin distingo, el pasaje y la tripulación,
y dejo a los ojos sin luz, y en los camarotes
hago amistad con quienes gustan de lo profundo.

Jules Supervielle





Fotografía: de Google Imágenes

7 abr 2009

Anarquismo

Web
*
La noche y el caos forman parte de mi.
Me remonto al silencio de las estrellas.
Soy el efecto de una causa del tiempo, del Universo [quizás lo excedo].
Para encontrarme,
debo buscarme entre las flores,

los pájaros, los campos y las ciudades,
en los actos, las palabras y los pensamientos de los hombres,

en la noche del sol y las ruinas olvidadas de mundos hoy desaparecidos.

Cuanto más crezco, menos soy.

Cuando más me encuentro, más me pierdo.

Cuanto más me pruebo,
más veo que soy flor
y pájaro y estrella y universo.
Cuanto más me defino, menos límites tengo.

Lo desbordo todo.
Mi presencia actual contiene las edades anteriores a la vida,
los tiempos más viejos que la tierra,

los huecos del espacio antes de que el mundo fuera.

Fernando Pessoa