29 nov 2006

Paralelismos Históricos

El gran maestro Sócrates aceptó la sentencia de muerte.
No se resistió. No huyó.
Estaba seguro de sí mismo, convencido de su doctrina.
En sus discursos instaba a todo aquél que le escuchase a encontrar dentro de sí la Verdad.
Y predicaba: “nadie hace el mal a sabiendas”.
Era una amenaza en la Polis.
Le condenó el miedo de los poderosos.
Rodeado de los discípulos que más le apreciaban
bebió dócilmente la cicuta y murió.

El gran profeta Jesús aceptó la sentencia de muerte.
Tampoco se resistió ni huyó.
También estaba seguro de sí mismo y convencido de su doctrina.
En sus predicaciones instaba a todo aquél que le escuchase a encontrar dentro de sí el Amor.
Era una amenaza.
Le condenó el miedo de los poderosos.
Rodeado de sus discípulos y de aquéllos que le apreciaban
bebió mansamente la hiel; y dijo:
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Después, murió.

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