30 jun 2007

Nuevo Hallazgo.

Queridos amigos y compañeros de blog, no puedo pasar por alto esta noticia:
"Los yacimientos prehistóricos de Atapuerca han vuelto a ofrecer un nuevo y extraordinario hallazgo. El yacimiento de la Cueva de la Sima del Elefante, en la Trinchera del Ferrocarril, había dado ya pruebas de un poblamiento humano de Europa de hace más de 1,2 millones de años. Por el momento se habían encontrado herramientas de sílex en un nivel muy antiguo de este yacimiento. Pero estas pruebas indirectas han sido confirmadas por el hallazgo de un diente fósil del homínido que fabricó estas herramientas. Con este sensacional hallazgo tenemos ya las pruebas científicas de la presencia humana en el continente europeo antes de un millón de años. Los primeros análisis nos permiten aventurar que se trata de un ancestro del Homo Antecessor, especie descubierta en el yacimiento de Gran Dolina, también en la Sierra de Atapuerca".


Os dejo el enlace a la página Fundación Atapuerca , por si estáis interesados en el tema.
Por mi parte, ¡estoy contentísima!
¿Quienes somos? ¿De dónde venimos? ¿Qué pintamos aquí? ¿Hacia dónde vamos?... ¿Nos estamos acercando?...

Un abrazo desde la Enterprise.

28 jun 2007

Sencilla Historia de Amor

Los peces y las estrellas

Isidro...

Carmina: un día se marchó.
Yo no comprendí. Quizá mi carácter dócil y manso la fue irritando. Poco a poco empezó a salir y faltar del hogar. Un día, ya no volvió.
Al principio anduve desconcertado y me invadió una angustia infinita. Pero después pensé que si la Carmina lo había querido así sería porque no se pudo hacer otra cosa.
La pequeña Andrea estaba conmigo, solo por eso me sentía contento. Me dediqué por entero a criar a la niña que crecía libremente, igual que me crié yo y también su abuelo, hermanada con cuanto descubría a su alrededor.
Muy pronto pude llevarla conmigo a la Roca. Le enseñé los manejos de la caña, a buscar carnada entre las pozas y a desenterrar lombrices bajo la hierba de los prados: se estaba muy atenta a todo. Luego, con la mañana bien entrada, íbamos a vender la pesca, haciendo el recorrido por las casonas. Andrea, a veces, se quedaba jugando con niños mientras yo me acercaba al mercado para vaciar del todo la cesta y comprarle algo de ropa. Muchas tardes caminábamos hasta la playa llevando ella el cesto de la ropa seca, cargándolo yo a la vuelta con la ropa recién lavada. Casi siempre descansábamos a la entrada del bosque, bajo los árboles; nos fabricábamos un colchón con helechos y hojas secas, y nos echábamos o nos apoyábamos contra un tronco, siempre mirando hacia el mar.
Las noches lunares, en plena primavera, salíamos a pasear por los prados; y era frecuente ver gruesas hebras de niebla reptando por el acantilado. Nos deteníamos a escuchar, en medio de las sombras, el ronroneo monótono de los motores de los barcos de pesca que pasaban frente a la costa; junto a ellos había un rastro de pequeñas luces, como estrellas caídas que hubieran quedado flotando sobre la negrura del agua.

Así transcurrió nuestra vida, sin empeños. Andrea creció mucho. Se convirtió en una moza preciosa; su piel y sus sentidos estaban hechos a los elementos del campo, y los ojos le azuleaban de tanto mar delante. Como yo, y como su abuelo, tenía un carácter sencillo.

Alrededor de Andrea raposeaban algunos mozos sin conseguir marearla. Con miedo esperaba yo el “momento”; porque tendría que llegar. Dentro de mí se movían y apretaban los recuerdos de la Carmina. Pobre de mí que se me encogía el corazón, porque en el mal recuerdo se me clavaba un oscuro presentimiento.
Andrea se casó. Mi yerno se instaló en nuestra casa; era bruto y resabiado, pero a pesar de ello se entendía de maravilla con mi hija. Una tarde en la que el cielo se había cargado con un raro añil, el yerno regresó borracho, violento, escupiendo toda la hiel de que era capaz aquél carácter. El bruto me detestaba. Yo soportaba y Andrea, sencilla y dócil, como su padre y como su abuelo, presenciaba y enmudecía.

Un día, cuando regresaba después de haber vendido el pescado, pasé delante de la casa como si ya no fuese mía. Y no entré nunca más. Pasé de largo, mientras reparaba en la fachada y en el tejado de la casa que hice para la Carmina. Caminé con ese paso monótono que da el hacer el mismo camino todos los días, a la misma hora. Me sentí viejo; se acercaban las horas de soledad, pero el alma es elástica y pronto se acostumbra.


Las Estrellas

Andrea...

Entre la maleza puedo distinguir su figura encorvada, alto, flaco, con la caña al hombro y la cesta de los peces. Le sigo hasta la Roca, y se sienta.
Todos los días, lo mismo. La figura encorvada e inmóvil, como una roca de no ser por que de vez en cuando se mueve para cambiar el aparejo.
Él me enseñó, como a él le enseñó su padre, a respirar este aliento, y a contar las estrellas del agua en las noches de luna.


Míralo, hijo; todas las mañanas lo encuentro a ahí, posado sobre la Roca, como una roca acurrucada y dormida a punto de despertarse. No hay pájaro o insecto que no conozca, a fuerza de verlos y mirarlos y dejarlos acercarse. Y sabe hablar con las luces y el viento.

26 jun 2007

Maravilloso Encuentro


He pasado una semana en Alicante. Ya era hora. Necesitaba ver el sol, días completos de sol. La ciudad estaba en fiestas; podéis imaginar, un caos: mascletás, petardos, bandas de música, barracas y ninots; lo normal en Hogueras de San Juan.
No hemos participado activamente en las fiestas, no nos atrae el bullicio. Sin embargo hemos aprovechado para ver cosas nuevas, como visitar en el MARQ una exposición sobre Mesopotamia traída desde el British Museum, el Oceanográfico de Valencia y el yacimiento arqueológico de los Baños de la Reina, donde se encuentran las ruinas de varios asentamientos sucesivos, pertenecientes a la Edad del Bronce, a los íberos y a los romanos. También nos acercamos hasta Santa Pola –Portus Ilicitanus- para ver unas ruinas y mosaicos romanos del siglo IV d. C.
Tengo fotografías de todo. Ya os iré contando.


Además de pasar buenos ratos con la familia, compartimos unas tardes fantásticas con Epicuro.

Resultó muy emocionante el tan esperado encuentro con dos blogueros de Libro de Arena, Rubén y Miguel, en la Chocolatería Valor de El Campello, donde habíamos quedado.

Después de diez horas de viaje (con lluvia, para no variar), llegamos a Alicante a la seis de la tarde; lógicamente, había que descargar los equipajes y sacudirse el ambiente de cautiverio del coche. El aparcamiento en El Campello fue un problema; era sábado y el pueblo estaba atestado de coches: los nervios fueron en aumento. La furgoneta en la que íbamos es un armatoste difícil de acoplar en cualquier hueco. Tras varias y desesperantes vueltas, conseguimos aparcar.
Frente al Mediterráneo, sobre el cual yo había puesto a volar los ojos mientras nos acercábamos, está la chocolatería. Teníamos que localizarnos abriendonos paso entre una multitud de paseantes. La contraseña de reconocimiento era que uno de nosotros cojearía al irnos acercando al lugar de encuentro. Llegado el momento cada uno le decía al otro que cojeara pero ninguno estaba dispuesto a hacerlo. Sin saber muy bien cómo, el radar funcionó y nos reconocimos al instante: estábamos muy contentos, nerviosos y no podíamos dejar de hablar. Hicimos un intercambio de presentes. Libros, naturalmente; aunque los de ellos son unos libros muy especiales.
Es una situación muy curiosa. Esto de conocerse por Internet tiene una fama extraña, ¿verdad? Todo lo que diga sobre Rubén y Miguel es poco: son fantásticos y no puedo dejar de dar las gracias por haberlos conocido.

Al día siguiente volvimos a reunirnos y Epicuro nos llevó de excursión al monte de Busot, un lugar de pinos viejos cuyas copas se reúnen en las alturas, y al mirarlas se puede imaginar que hablan… o que sueñan con el pasado.



Excepto Galatea, que está haciendo la foto, aquí aparecemos todo el grupo de blogueros. De derecha a izquierda, Epicuro, Miguel, Orrorin, una servidora, Ockham y Rubén. Al fondo podéis ver la Suttle (lanzadera), que es la "furgo" que nos lleva y nos trae. El nombre viene de fábrica; de verdad, es pura coincidencia.

Nos pusimos de caminata y subimos hasta una peña desde la que se dominaba toda la Playa de San Juan y la Serra Grossa. Y a lo lejos, por la carretera de Madrid, entre unos bancos de bruma emergían las cimas de varios montes, una de las cuales parecía un volcán. Una maravilla de espectáculo. ¿Cómo he podido vivir aquí veinte años sin conocer este sitio?



En Alicante el campo encierra el aliento del pino y del romero; y en los jardines se turnan el jazmín y la madreselva para abrir en el aire sendas aromáticas por las calles, a cualquier hora de día.


Clavelinas silvestres.

A la vuelta solo he encontrado lluvia y frío.
Esta tarde os vistaré. Llevo mucho retraso.
Un abrazo desde la Enterprise.

15 jun 2007

Obsequio


share your files at box.net


Las hortensias que cultivo en la Enterprise.






"Delicadeza: el tiempo que el gusano
espera en el umbral del vuelo"


Selección de Horas y Uvas.
Aguaclara (2007)



¡¡Feliz fin de semana!!


Fotografía: Galatea (enlace)
Poema: Jose Luis Vidal (enlace)

13 jun 2007

Ciencia Viva

No pude resistir la tentación. Entré en la librería, mientras esperaba no recuerdo qué, y allí estaba: Ciencia Viva. Reflexiones sobre la aventura intelectual de nuestro tiempo.
Por supuesto, de Jesús Mosterín
.

El libro está dividido en tres partes:
-Ciencia, Filosofía y Sociedad
-Biología
-Astronomía, Física y Matemáticas

La primera parte se centra en temas relacionados con las humanidades: arranca con el humanismo para continuar definiendo la racionalidad y los límites del conocimiento y la acción.
En la segunda encontramos cuestiones como qué es la vida, genoma humano y los dilemas de la bioética.
Y la tercera –me fascina- trata del estudio del Universo, la cosmología, la Física y la metafísica. Aborda cuestiones como la existencia de vida inteligente en otros planetas, codificación de textos, etc.

El prólogo, escrito por el autor, empieza así:

"Vivir bien es, entre otras cosas, vivir despierto, vivir con los ojos abiertos, darse cuenta de quiénes somos y dónde estamos, practicar la virtud de la lucidez. Vivir bien implica dar rienda suelta a nuestra curiosidad, asumir nuestra dimensión espiritual y participar en la aventura intelectual de nuestro tiempo. En efecto, a pesar de todos los horrores, nuestro tiempo es una época dorada del espíritu, una fiesta del conocimiento. Al menos desde el punto de vista intelectual, podemos considerarnos afortunados por el momento histórico que nos ha tocado vivir. "

Todavía no he acabado de leer La Naturaleza Humana. Me está gustando tanto que me da pena acabarlo demasiado pronto. Cuando un libro me gusta mucho lo raciono leyendo unas pocas páginas al día, para que su presencia continúe más tiempo a mi lado. Esto me sucedió con Las Raíces del Cielo, de Romain Gary; cada día atacaba unas pocas páginas, de modo que tardé ocho meses en leerlo y lo llevaba a todas partes. Cuando un autor me gusta tanto “me enamoro” de él. Con esta novela, Gary ganó el premio Goncourt. Más tarde volvió a ganarlo con La Vida ante Sí.
Me compré dos ejemplares de Las Raíces…; uno lo dejaba en casa y otro, de segunda mano y menor tamaño, una edición de 1958, lo llevaba siempre metido en el macuto y me acompañaba allá a donde fuese. Cuando acabé de leerlo continué sin poder separarme de él. De hecho lo sigo teniendo aquí, a mi lado, junto al teclado, en el estante de los diccionarios; así puedo ver el título y recordar que entre sus páginas habita un hombre que amó profundamente a la vida, la Naturaleza. Solo el título, Las Raíces del Cielo, dice muchísimo sobre la novela o el autor.

Ahora no me importa tanto acabar La Naturaleza Humana, puesto que tengo esperando otro prometedor bocado.
Dije que iría dejando una miguitas, pero hay tantas y todas tan sabrosas…

Un saludo desde la Enterprise.

10 jun 2007

La Redención de la Naturaleza


share your files at box.net


Fotografía: Galatea


No me gusta leer noticias y nunca lo hago. Pero, por casualidad, he encontrado ésta:
Bush aborta el posible pacto para fijar límites a la emisión de gases de efecto invernadero.

Y, también, ésta otra:
Cientos de millones de personas se verán afectadas por el deshielo y la disminución de glaciares y cubiertas de nieve como consecuencia del cambio climático, según ha advertido el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) en un nuevo informe.

La Naturaleza se nos muere.

Huir de las noticias es muy difícil, porque de lo malo siempre te acabas enterando. Hoy me he desanimado y he empezado a pensar. No he conocido el mundo sin guerras, conflictos o problemas. Encima la Historia ilustra de lo lindo: entran unas ganas de dejar de leer… Pero no es posible, al menos para mí.
Nací el año en que se murió Einstein. Fui uno de esos cachorros con patas largas y pies grandes que no produjo cambios a su alrededor, exceptuando el volumen desalojado en el espacio y las consecuencias normales de su existencia. Lo recuerdo todo en color sepia: luz a ciento veinticinco voltios, televisión con transformador y con la casa de Pepito íaaa, íaaa, hoó, dentro. Casi todas las personas con las que hablo, que son de la misma quinta, tienen recuerdos en sepia, como yo. Una época fea y triste. Teníamos poco y nos conformábamos porque no había mucho más. No había otra cosa. Cuando al crecer fui comprendiendo un poco soñé con un futuro más luminoso y alegre. Estrenábamos la palabra libertad. El futuro consistió en abordar una transición personal que viajaba con más rapidez que el río que nos llevaba, el cual, a su vez, también estaba mutando. La situación, pese a la lucha y las esperanzas que lograba concebir, era agotadora, incómoda. Un día se desvanecieron las esperanzas. Así, de golpe. Tendría ya unos treinta y pico. Por primera vez presenciaba conscientemente desatarse una guerra, desde el principio. La Guerra del Golfo. No como antes, que cuando tenía conocimiento de ella llevaba tiempo el conflicto. La esperanza pasó entonces a ser un acto de fe, una plegaria, cualquier cosa, irreal. Dejé de usarla.
Ahora resulta que el planeta se está muriendo desde hace mucho tiempo. En definitiva, que no he tenido tiempo para apreciar las bondades del mundo. Si las ha habido han estado dispersas, han sido pequeñas o han permanecido ocultas por los desmanes humanos. A veces parece que vivir es como ascender por una duna; tras la dificultad, en la cima se cierne la gran amenaza: nos quedamos sin planeta, sin casa.
Coincidiendo con las manifestaciones del cambio climático, mi jardín ha experimentado un crecimiento espectacular, alarmante por lo rápido y raro. Me da pena. Porque, cada vez que lo miro me doy perfecta cuenta de lo que está sucediendo. He nacido en un mundo hostil e incómodo, donde me siento echando las últimas miradas; porque la belleza que hoy observo, quizá no volveré a verla nunca más. Al contemplar lo que queda siempre pido el mismo deseo: que la memoria me acompañe hasta el final.

El escritor lituano, Romain Gary, (1914-1980) a través de su novela Las Raíces del Cielo denunció que “el cielo ha plantado en la Tierra unas raíces que nadie tiene derecho a arrancar.”
Y antes, el florentino, Giovanni Papini, (1881-1956) en la Redención de la Naturaleza escribió:
“La Naturaleza espera y gime esperando la imposible redención, la reconquista de la reluciente belleza del principio.
Esperan en aquella fúnebre paz los tallos floridos, esperan los manantiales polvorientos, esperan el fruto escarchado y el animal herido, esperan las minas de los cerros, los vedes caminos de los ríos, los áspides de los pedregales, las palomas asombradas, las vacas tumbadas en los establos, esperan todos los animales creados y humillados, los que han caído junto al hombre, por culpa del hombre, y que esperan del hombre reintegración y alivio.
La Naturaleza anhela y espera en esa sumisa estagnación su perdón y su triunfo”.

Ya sé que la escasez de sol produce melancolía. Pero llevamos ya varios días teniendo unas horas de sol. Quizá quede una dulce resaca. O quizá solo esté intentando consolarme de los malas noticias y los oscuros presagios echando la culpa a la ausencia de luz, porque se acostumbra la sangre al cortejo de su música.

6 jun 2007

Tras la Estela del Futuro.

“A la ciencia hay que ordeñarla, no temerla.
Los ecos del Big Bang retumban todavía en las partículas de que estamos hechos. Nuestra composición química es más afin a la cósmica que a la terrestre. Por el hidrógeno que llevamos dentro, somos hijos de la luz. Por los otros elementos, somos polvo de estrellas.

El microcosmos de nuestro cuerpo es el compendio de la historia del macrocosmos, como los clásicos no se cansaron de subrayar.
Platón pensaba que nuestra alma es un ángel caído; Aristóteles, que el cerebro es un refrigerador que enfría la sangre excesivamente caliente; Descartes, que la glándula pineal es el lugar imposible donde un alma etérea interacciona con un cuerpo burdamente mecánico. Tenemos que admirar su noble ambición cognitiva, pero no podemos comulgar con sus doctrinas fallidas.

El humanismo que necesitamos está aún por hacer.
Nuestro cerebro tiene el mismo número de neuronas que estrellas tiene nuestra galaxia, y a través de sus innumerables conexiones circula la savia de la información mediante procesos apenas descifrados, pero percibidos por dentro como conciencia. Nuestro cerebro es el lugar de la autoconciencia, el foco de las nuevas humanidades y el gran reto lanzado a la ciencia actual.”

Jesús Mosterín
“Ciencia y Humanidades”