1 jul 2007

Costumbres del Corazón

Está muy delgado y tiene la piel amojamada. De aquélla fuerza suya tan solo queda un hilo de sudor en la memoria del pueblo. Ahora ya no habla con sus paisanos. Incluso parece que tampoco ve, excepto cuando hay una botella cerca que la olfatea con el corazón de lo tierno que la mira.
El tío Mon canturrea sin cesar y a ratos lloriquea de felicidad. Y así está él, ajeno al mundo y a sus horas, con una sonrisa a medias que le sirve tanto para reír como para llorar.
Está casado con la tía Carmen; pero no tienen hijos porque –a decir de todos- la tía nunca le ha dejado…
Una noche soñé que el tío Mon se subía al tejado para colocar unas tejas que un viento terrible había levantado, y que se caía; y al chocar contra el suelo se partía la crisma contra la piedra tallada del corral donde se sienta el abuelo. Dentro de mi sueño yo veneraba la piedra manchada de sangre, como si el tío hubiera dejado en esa mancha su eterna sonrisa. Y cuando veía al abuelo sentarse sufría porque pensaba que aplastaba el alma del tío Mon. Solo fue un sueño, aunque así supe lo mucho que le quería.

Todas las noches, cuando regresa del vía crucis de tabernas, camina despacio por el borde de la estrecha carretera, inclinado como un barco vencido por el viento. El cuerpo torcido del tío Mon sabe luchar contra la dificultad por la costumbre; cuando sus ojos aguados se encogen automáticamente al cruzarse con los faros de algún coche, que tiene que hacer un quiebro brusco para esquivarlo; entonces, sin pensar, levanta un brazo hasta la altura de la frente y entona un discurso. O cuando por una grieta del techo de nubes se escapa un rayo de luna, que el tío vuelve el sermón hacia ella, y la mira con ternura como si tuviese una cara amiga en un retrato, y se le queja por tomar los prados al asalto y dejarlos divididos con su afilada luz de metal. Después, se detiene sorprendido a escuchar el eco de sus palabras, convencido de que la voz está cayendo del cielo.

En cuanto la tía Carmen lo siente entrar en la casa, estalla de oficio hecha una furia y lo sacude con gritos y tortas. El pobre tío pide perdón de memoria, por el retraso, mientras sale entre balanceos o a gatas, por la curda y los golpes, a dormir al corral, con las pasiones amarradas por el vino; ahí fuera, con la voz empalagosa y las risas, continúa el discurso inspirado en su verdad y en la eternidad de la mente anestesiada.

Sus paisanos se le quedan mirando haciendo el gesto de no tiene remedio; aprietan los labios, levantan los hombros y se miran unos a otros sin decirlo. Todo el mundo en el pueblo lo mira y él no mira a nadie, aunque ningún cristiano le niega el vino al tío Mon.

16 comentarios:

FÉLIX LOBOS dijo...

Gracias por tu visita... y parafraseando al hombre bicentenario, me agrada que le agrade...

Salud...

Anónimo dijo...

Hola Hipatia, que relato el que te has hecho, me sentí dentro de la historia y me imagine por un instante al tío Mon con aquella fuerza que dices que ya solo queda el recuerdo por que el tiempo se la llevó. Feliz Domingo

peregrina dijo...

La Historia del tío Mon y la tía Carmen, embellece nostálgica mi tarde de domingo.

Carz dijo...

La sangre del tío Mon sobre la piedra, su alma impresa sobre sus poros, me ha recordado una escena de "Hombre mirando al sureste", cuando en un hospital psiquiátrico deshacen un cerebro humano en un fregadero: “ahí van sus sueños, sus amores, su concepción del mundo” dice quien lo está desgranando. Es un estremecedor ensayo sobre la locura.
Pero el tío Mon sabe dónde está su lugar en el mundo, en el teatro mágico “sólo para locos” de Hesse, aunque él no sea consciente de que alguien escribió sobre ese lugar hace años.

A veces uno desearía llorar hasta deshacer el mundo para después moldearlo con sus propias reglas.

Un abrazo, amiga.

Unknown dijo...

hola, te convido a leer mis poesias (historias cortitas)...

fiorella dijo...

Conocì una historia similar, y al leerte sentì lo mismo,una pena tremenda.Un beso.

modes amestoy dijo...

pena y dureza de no haber encontrado otro acmino para calmar los miedos, las ansiedades y las tristezas.
Un abrazo

Daniel Moscugat dijo...

Muy evocador, sin duda Hipatia. Tu prosa se acerca cada día más a la poesía.
El vino y sus influjos son materias vivas que debiera ser plasmada con más asiduidad en palabras.
Saludos moscugaéticos.

Anónimo dijo...

Magnífica y encogedora esta historia que refleja tanta realidad. Sabes, el leerla produce escalofríos; se ve todo tan claro, llega de una manera... Hipatia fantástico.

Besos desde el consorcio de Trincorcia; estamos elaborando transbordadores con mando a distancia, útiles para manipular desde los sillones.

Carlos dijo...

...no quisiera estar en los zapatos del Tío al día siguiente, en la resaca...uffff, y escuchando las letanías de Carmen...

No, terrible.

Saludos.

Adriano dijo...

Cuánto hacía, estimada amiga, que no me encontraba con un relato de esta naturaleza, tan sensible al sentir de los que saben leer más allá de lo que las propias líneas dicen. Es un cuento que me retrotrae a otros tiempos que quisiera volver a repetir, cuando me contaban historias y me dormía contento por haberlas escuchado. Tiene la connotación de la leyenda...Me gustó mucho. Un beso de mi parte para su enterprise, ja ja.

Anónimo dijo...

La historia es muy bonita. No suelo leer textos sobre ambientes rurales, pero los tuyos me gustan.

Por cierto, en Fotolog están haciendo cambios (como lo de "www1"), y a lo mejor tienes problemas para firmar: creo que ahora sólo pueden firmar los que tienen uno...

Anónimo dijo...

Hola Hipatia paso dejarte un muy feliz fin de semana, besos

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Pero ¡que bueno! me ha encantado la sensibilidad que derrocha y las descripciones tan emotivas.

Me transportó a mi niñez ya que antes los ebrios no estaban tan estigmatizados como ahora. Muchos lo eran, lo reconocían y hacían pocas tonterías, casi ninguna. Quizás porque pesaba como una losa el saberse borrachos.

Enhorabuena Hipatia. Apenas tenga un poco de tiempo te enlazo y regreso a por la otra entrada que promete ya que habla de mi animal preferido, el elefante.

Saludos.

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Hipatia de Alejandría ya está enlazada en mi bosque.

He pasado a buscar por etiquetas alguna historia rústica anterior y he comprobado que es la primera.

A mi me encantan. Serán bienvenidas.

Saludos arbóreos.

Anónimo dijo...

Gracias, Hipatia.
Hace muy poco tiempo que he empecé a navegar por el mundillo literario. Sólo soy una aspirante a aprendiz, por lo tanto no me veo lanzando una crítica como profesional, ni como entendida... ni siquiera como "enterada" ;)
Mi comentario sólo puede salir de la admiración que me provocan relatos como el tuyo, capaces de reproducir en nuestra mente una escena como si de una película se tratara... Creo que en eso consiste el arte de narrar. Gracias, da verdad, lo estaba echando de menos. Suerte que te encontré... a ver si sigue la racha... Mientras, seguiré visitando tu nave. Me siento muy cómoda aquí.
GRACIAS.. y sigue, por favor.
Penélises.