Mientras espero a que mis ideas se desgranen voy buscando un término general que me deje satisfecha.
El mundo no me gusta y me gusta. Contradictorio. Unamuno dijo una vez que quien no se contradice… malo. Estoy de acuerdo: entre dos ideas opuestas se establece la duda. (¿O, quizá no?). Si se establece la duda es que ha habido observación, y después aparecen las preguntas, el pensamiento… algo de interés que decir.
¿Qué está sucediendo? ¡Allá hacia donde me vuelvo hay gresca! Existe una lucha continua y agotadora en, prácticamente, todos los ámbitos de la vida. El sistema tiene sus normas, sus leyes; pero no es perfecto. Y al incumplir las normas se multiplica su imperfección.
Me sereno mientras escribo.
El término general que esperaba desde que he empezado a escribir es ENTRAR.

Todos nos merecemos “entrar” en el mundo con paz y tranquilidad. ¿Tan difícil es concebir la idea de que la inteligencia y la sensibilidad no exhiben un color ni una apariencia determinados? A todos nos asiste la razón de nuestras libertades, y cuando ésta duele es porque ha intervenido una injusticia. La mejor definición de injusticia debería ser duele tener razón.
Es increíble. ¡¡¡Todavía hay quien calcula la humanidad de las personas por sus rasgos!!!
Tengo la impresión de que la historia se rescribe, porque se repite una y otra vez. Puede que la clase de mundo que hemos creado transcurra como una sinusoide que va fabricando ciclos, ciclos cerrados. Si hay una medida para todos los actos, el resultado de esta medida, desgraciadamente, muchas veces suele traducirse de esta forma: en tanto unos se exceden, otros están obligados a soportar.
Lo cierto es que estamos limitados, tanto que nuestra voluntad solo puede ejercer en las cosas pequeñas. Porque, ¿qué determina nuestra presencia o en qué afecta dentro del orden universal? En teoría podemos escoger la clase de existencia que deseamos llevar, aunque hay seres humanos que ven sacudirse su integridad, sabiéndose merecedores de una existencia digna.
Siendo conscientes de la insignificancia que representamos, es realmente sorprendente que todavía no se haya conseguido derrotar a la mísera creencia de la desigualdad, la abominable idea que conduce al racismo.
Me hubiera gustado saber cómo sería vivir en un mundo sin creencias, o sin las creencias de éste.
Hay motivos para la tristeza y, por ello, últimamente pienso que la mejor imagen del mundo es un sueño.