17 mar 2009

El Ser más Libre de Todos



No sé de qué me maravillo. Cada año ocurre lo mismo. ¿Será por falta de memoria o es que la naturaleza nos prepara para que cada primavera nos vuelva a sorprender con su extraordinaria belleza?
Regresaba hoy de la ciudad cuando he sentido el contagio. Una yegua haciendo su vida junto a su vigoroso potro recién nacido. Canelas y frisonas, también con sus terneros, vagando cabizbajas, olisqueando el suelo.
A mi lado, alguien ha puntualizado con asombro: “esta gente se come suelo”.
Definitivamente, es contagioso. Las praderas resplandecen y deslumbran, tras semanas ¡meses! de tempestades.
Vivimos del suelo. El sol está regando luz desde hace días y se derrama como si fuera joven.
La llegada a casa no ha sido peor; las voces de la finca se me han resumido en el interior con trinos hechiceros que no han cesado. Y en los sentidos me han dolido las yemas a punto de reventar, mientras el mar y el cielo, limando diferencias y entre suspiros, han acabado fundidos. Ni un rastro de blanco surcando el horizonte.
No me he decidido por... ¡hacia dónde mirar! Todo me encanta. Y no sé por qué me sorprendo.
La primavera, con sus explosiones anuales, es generosa, deja todas las luces encendidas.
Una más de las leyes -me digo- a las que estamos sometidos sin remedio. La naturaleza es el más primitivo de los seres. El más libre de todos.
Las horas han pasado envolviendo los sonidos con cuidado, como si fueran niños prematuros.
La luz pesa. El día se ha consumido así mismo, como cada día.
Antes de dormir -es una costumbre- he abierto un libro nuevo por una página al azar:

“una ley de la naturaleza es más una prohibición que una obligación”.

La frase encaja. De ahí la astenia. Y la alegría.
Ahora escribo desde lo más profundo y plácido del sueño.

La fotografía es mía, de casa.
(La cita es de Jorge Wagensberg, de su libro La rebelión de las formas, o cómo perseverar cuando la incertudumbre aprieta. Metatemas)

9 comentarios:

Anónimo dijo...

encontrar la paz en lo que nos rodea y darnos cuenta de que lo que nos rodea es parte de nosotros, el mismo ser

Ana Tapadas dijo...

Explode assim de vida e de cor! A natureza é maravilhosa. Que linda flor tens em casa.
bj

Anónimo dijo...

El ser más libre de todos, el más milagroso...
Es una delicia escucharte, leer cómo eres capaz de sentir el milagro que vivimos todos los días..y transmitirlo.
Qué envidia me da imaginar dónde vives...ay ayy :))

Un besazo, Hipati

Fer dijo...

Siéntela, ess sí queda, y alimenta.

Saludos, terrícola

Mateo Bellido dijo...

Hola,...¿qué tal?
Hacía tiempo que no te visitaba...No valen excusas, no te mereces seguidores tan inconstantes como yo.
Por fin la ansiada primavera...Aquí, por el Sur, acostumbramos a recibirla antes, pero este año recién han brotado las yemas.
Disfrutemos de la florida primavera antes que el tórrido verano nos abrase el entendimiento.
Besos

Carlos dijo...

Entiendo tu cita al azar y me encaja perfecto con respecto a la prohibición que a veces dicta la naturaleza.

Te explico. Vivo en Quito, a 20 minutos del centro de la ciudad en un valle privilegiado donde iniciaron las mediciones del planeta hace poco más de 200 años Humboldt, La Condamine y demás sabios alemanes y franceses.
Este lugar, San Antonio de Pichincha no fue tomado al azar, aquí me encuentro en la latitud 0' y longitud 0" ya calculada en aquella época.
Ahora con modernos GPS se detecta una variación de 15 metros del punto donde erigieron un monolíto y ahora es un complejo turistico astronómico grande.
A lo que iba. Debes saber que por esta bendita situación geográfica, me es vetado observar un cambio de estación.
Vivo con un clima que fluctúa entre 17 y 28º centígrados anuales de promedio, pero me es 'prohibido' ver un otoño con su mágico ocre o disfrutar de jugar en la nieve.

La nieve y el viento otoñal extraño desde que las 'conocí', desde que las viví justamente hace 10 años entre España y Suiza.
Me enamoré de aquellos paisajes extremos y sensaciones térmicas que nunca veré en mi tierra, aunque mucha gente también envidie sentirse primaveralmente de por vida como en la Mitad del Mundo.

Ironías no? y nunca más apropiada la cita de Wagensberg como hoy.

Saludos desde el centro del planeta a la nave querida Hipatia.

MARU dijo...

Hipatia, tu estilo y tu narrativa me ha encantado.
Haces que te siga y vea lo mismo que tu ves.
Así que si me permites, me quedo para leerte y aprender.
Un beso

Isabel Barceló Chico dijo...

Cierto que cada primavera nos parece distinta. Y es que es distinta (ya lo dijo el filósofo): el agua no pasa dos veces por el mismo río. Y también somos distintas nosotras, que de un año a otro ganamos en experiencia y madurez. Me gusta mucho esta primavera que reflejas. Besos.

Anónimo dijo...

Qué delicada tu descripción y que bella. Imagino que la primavera no cambia, que quien cambia es el individuo y la sensibilidad con que observa. Es como el libro, puedes leerlo en diferentes momentos de la vida y no entenderlo, aburrirte, entusiasmarte o darte respuestas...y el libro es exactamente el mismo.

Saludos.