14 sept 2008

Cuaderno de Bitácora

¡Cuánto tiempo!

El estudio me absorbe por completo y los meses caen sin darme cuenta. Parece que el estado de ánimo permanece ajeno al tiempo, lo que no viene tan mal porque tampoco hay tanto. Es cierto que sufro en época de exámenes, pero estoy disfrutando muchísimo.


Durante los breves descansos que me tomo -cuando hace bueno salgo fuera y si llueve miro a través de la ventana- observo la vida desenvolverse al margen de las calles, los coches y las personas atareadas, para vagar mentalmente entre las hazañas humanas que me tienen ocupada todo el día. Esta es una de las muchas ventajas de vivir en el campo: la vida urbana pasa a formar parte de un ligero recuerdo para entrar de lleno en la ficción. El estudio de la prehistoria no es menos responsable, pues desborda la imaginación y multiplica la sensación.


Estoy haciendo muchos descubrimientos y me están sirviendo para abundar en lo antes aprendido con la Física, la Filosofía o la Literatura (y la experiencia, claro). Son como variaciones sobre el mismo tema; hay que volver a empezar para ir integrando lo nuevo y llegar a una mayor profundidad. Así, las mismas ideas se me van redondeando y completando.
Y lo que me anima es que esto parece no tener fin. Una vez más me confirmo a mí misma que no hay verdades absolutas. Que la verdad es una idea que se persigue durante toda la vida, pues cambia constantemente: no hay tiempo suficiente más que para una soñada cercanía, si esto es posible.


Puede parecer que estoy muy segura de lo que afirmo aquí, pero no es cierto. Las ideas son productos humanos y los seres humanos estamos sometidos a constantes transformaciones. De modo que tengo en cuenta que solo son seguridades útiles y puntuales, que solo pueden funcionar durante algún tiempo.


Hace muchos años apunté una frase que me llamó mucho la atención, aunque no cuajó del todo; qué cosas, ahora me viene a la cabeza cargada de sentido. La escribió Kafka en su Diario:

“Cuando me pongo a escribir después de un cierto tiempo, atrapo las palabras como si las sacase del aire vacío. Cuando consigo una, solo la tengo a ella y todo el trabajo empieza de nuevo desde el principio”.

Saludos desde la Enterprise.


3 comentarios:

Carz dijo...

Hola Hipatia,

Si, es cierto, ha pasado mucho tiempo desde de tu último escrito, deben absorberte mucho los estudios.

Hurgar en el pasado para comprendernos remontándose a la prehistoria quizás nos ayude a grandes rasgos como especie, pero difícilmente nos ayudará a comprendernos como individuos.

Esto es curioso, pero cierto: cuando hablamos de nuestra historia solemos circunscribirla a un pueblo, una provincia, un país, un continente, pero probablemente nuestros ancestros habitaron otros pueblos, otras provincias, otros países u otros continentes. Me ha pasado mucho con personas que son sudamericanas pero de origen europeo, y hablan de los mayas como sus ancestros, como si de verdad tuvieran algo que ver con ello. Y es que el pensar crea contradicciones: bienaventurados los que encuentran contradicciones porque de ellos es el reino del pensamiento.

En realidad creo que le sobra razón a Saramago cuando afirma que somos mucho más hijos del tiempo que de la tierra en que nacimos.

En fin, paisana, corto el rollo, pero es que echaba de menos tus escritos.

Un abrazo.

G dijo...

Estar seguro de algo es como clavar chinchetas en el agua.

Anónimo dijo...

Me alegra leerte de nuevo. Creí que te había tragado la tierra Hipatía. Pero lo mejor sin duda es leer que estás bien, feliz. Y qué interesante todo lo que estás aprendiendo. Me parece fascinante esa mezcla. Un abrazo grande y no te pierdas.erato