26 sept 2010

¿Dónde está el Límite?



He empezado a ojear los libros del curso que viene y me he detenido en uno, la Historia del Pensamiento Filosófico y Científico. Y la verdad, esto es como dar de comer a un hambriento compulsivo. Me he vuelto a detener en Sócrates -pobre hombre- y en su discípulo Platón -vaya desencanto tenía; y, además, vaya, vaya-. De qué poco me acordaba ya.
El caso es que la vida está plagada de pequeñas historias particulares de las que jamás llegamos a saber nada -no es el caso de éstos dos-, y muchas de ellas tienen sus puntos interesantes, pese a lo anodinas que se nos puedan mostrar.
La vida es sagrada, ni más ni menos porque cada uno de nosotros nunca volverá a estar aquí -ni allá- después de... ya sabéis. No voy a ser exclusivista de lo humano, por lo menos al principio, de modo que incluyo a otros seres que me deleitan con su lealtad y compañía, con su serenidad, con su elegancia y precisión, o con su rara y sencilla belleza: ninguno de éstos volverá a estar aquí, aunque los sustituya con otros hermosos ejemplares.
Tampoco la Tierra que pisamos fue como ahora la vemos, aunque, aquéllas otras -Tierra- que ha ido siendo el planeta a lo largo del tiempo, en cambio, sí están aquí, y la Geología nos las muestra; el proyecto que esboza sus posibilidades continúa activo: una de ellas es la vida. 

Desde el punto de vista de la vida, ella en sí misma es un proyecto repleto de posibilidades; cada ser vivo es una de esas posibilidades, que a su vez encierra un proyecto propio con sus distintas posibilidades. Por todo ello, cada pérdida prematura es irreparable. Esto lo digo por Sócrates y por todos los mártires que por voluntad o por azar han caído. Y aquí incluyo cada muerte innecesaria o injusta o evitable, independientemente de la edad del individuo y de la especie.
Me pregunto qué valor damos exactamente a la vida. ¿Un valor moral? Y ¿qué quiere decir eso? ¿Que sólo está relacionado con la muerte? El de la vida es el término más manido que existe... porque, como se usa para tantas cosas... (Insisto en que se debería poder reinventar las palabras).
En torno a la vida y la muerte hay una burocracia tremenda, que las afecta en muchísimos sentidos. ¿Acaso no nos han pedido alguna vez que demostremos que estamos vivos?

Aristóteles hablaba -ya empiezo- del Estado Ideal, como proyecto común para ciudadanos griegos; como a veces patinaba un poco en el chucrut (el hombre tenía sus contradicciones), no entraré en más detalles. Me quedo con el proyecto común y lo traslado -ahora sí- al ámbito humano. Como he dicho, cada ser humano tiene su proyecto de vida con sus posibilidades; los individuos que comparten rasgos se unen a un proyecto común en el que encuentran posibilidades, y establecen sus obligaciones y sus pactos. Cada país o nación hace lo propio. Bien, según Aristóteles, la finalidad de esto es respeto, bienestar, protección, bondad... felicidad. En definitiva, el ser buenos depende de los fines y de nuestra voluntad. Para Aristótles la bondad es una virtud, que se adquiere practicando lo que le es afín para crear un hábito, una costumbre. Esto todo parece muy legítimo, incluso, actual.
Pero la realidad es otra. La costumbre nos está perdiendo: nos hemos acostumbrado a todo; estamos enfundados en un uniforme, un hábito donde se consiente casi todo y está muy lejos de la virtud.

De verdad que me gustaría estar más poética, más soñadora; pero, es que no puedo. Pienso que se es demasiado alegre con la vida y la muerte de puertas para afuera. Y me hiela la sangre el tratamiento que ofrecen al respecto las instituciones estatales, donde pacen todos aquellos cargos, quienes, a cambio de muchísimo dinero, hinchan públicamente sus pelajes cuando hablan en genérico-colectivo de dignidad, vida o muerte. Es todo un negocio de la infelicidad de muchos, a costa de sus dignidades, vidas y muertes. No nos engañemos. Tenemos los ojos tapados por las telarañas de la costumbre de que pasen ciertas cosas, porque nos las presentan como inevitables, cuando no nos las ocultan. Y como parece que actuando uno a uno no se puede hacer nada, nos remitimos a suspirar, protestar unos segundos, alzar los hombros con las palmas extendidas hacia afuera, o darnos la vuelta. ¡Obras son amores! No soy lo que digo sino lo que hago.
Al hilo de lo que soy o dejo de ser, me ha encantado lo que ha dicho hoy el amigo Dédalus en el Alféizar

“El problema no es ser lo que soy 
sino, lo que soy, no serlo bastante". 

(Aplicado, claro está, a la buena gente. Lo digo, porque he hablando de los malos de la película....)

En muchas conversaciones que sostengo con amigos, donde cada uno defiende sus opiniones, siempre hago la misma pregunta: 

¿dónde ponemos el límite? 

Es una pregunta que me hago a mí misma constantemente, cuando pienso sobre algunas cosas e intento justificarlas. Vamos, que es una pregunta obligada.

¿Ante ciertas injusticias, que se llevan a la práctica porque perjudican a uno solo o a pocos individuos, ¿dónde ponemos el límite? para seguir actuando del mismo modo?

Ante el corporatisvismo, que es la forma de solidaridad más despreciable que conozco y mancha el concepto, ¿dónde ponemos el límite?

Desde plantar una lechuga y cazar un conejo para comérmelos, hasta consentir la caza deportiva, la tortura taurina y la explotación sistemática del planeta... ¿dónde ponemos el límite?

Ante el sacrificio negligente, político, bélico, ideológico, colateral... de vidas humanas, ¿dónde está el límite?

Las tentaciones de cerrar los ojos son muchas, se nos pone muy fácil. Las virtudes se ensalzan a bombo y platillo a cualquier hora del día, en cualquier situación; y mis preguntas descienden o ascienden... ya no lo sé, porque se me amontonan: 

¿De verdad hace falta llevar el uniforme?
¿Tan corrompidos estamos?
¿Por qué la honestidad es una amenaza?
Cuando la honestidad se castiga: ¿qué nos queda?
¿Dónde está el límite?
¿Dónde está mi nave?

¿….



El libro que estoy leyendo: Historia del Pensamiento Filosófico y Científico I (Antigüedad y Edad Media). G. Reale y D. Antiseri. Herder.
Las dos imágenes son de Google Imágenes, ¡gracias! (Si alguien se siente molesto, las cambiaré con mucho gusto)


En Memoria de la niña de doce años, Rebeca Cagigal: una muerte anunciada, injusta y, sobre todo, evitable. Un daño colateral.

8 comentarios:

Ana Tapadas dijo...

Sempre bom vir aqui ler-te, querida Hipatia. Também ando em dias pouco poéticos, por puro excesso de trabalho. Sim, concordo, «a vida é sagrada», no sentido em que aplicas o termo. Assim deveria ser, mas o limite? O limite...como defini-lo?
Continua lendo os teus clássicos, força. És de excepção.
Beijinho

P dijo...

Esta magnífica e inteligentísima entrada que acabas de publicar me ha traído a la memoria una frase de un antiguo filósofo griego. Éste venía a decir lo siguiente:

"El hombre sabio no considera nada ni demasiado grande ni demasiado pequeño, pues sabe que no hay límites para las dimensiones".


Salud, y no dejes de escribir, pues rozas la genialidad.

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Leí esta entrada hace 24 horas. Desde entonces dialogo y divago con ella sobre límites y costumbres. Te lo agradezco mucho, de verdad. Es un tema interesantísimo.

Tantas son las disciplinas que limitan y acotan. La que más la religión. Bien pensado la ciencia libera tanto como fija nuevos horizontes. También el arte puede trascender límites.

Y esos límites que tanto creemos que nos protegen son los barrotes de la costumbre.

Un abrazo.

G dijo...

El fin del verano inspira que da gusto, ¿a que sí? A mi estos días me bullen las ideas como antes de venir a estudiar a Madrid.

Nusa dijo...

Vrtus in medio est (Horacio, s. I a.C.)

Carz dijo...

Querida paisana,

más de 2.400 millones de euros invertidos en el gran colisionador de hadrones (presupuesto revisado en el 2001), en el CERN.
¿Vale la vida de tantos niños encontrar el bosón de Higgs o validar la supersimetría?
La respuesta no está en un sí o en no, eso sería demasiado fácil...

La respuesta es tan difícil como encontrar los límites. La respuesta es difícil siempre que de humanos trata.

No encuentro más límites que los que marca mi conciencia (cambiante, adaptativa y, seguramente, acomodaticia); en eso sigo siendo Kantiano (aunque no imperativo ni categórico).

Con respecto al sofisma de Dédalus, no se es poco lo que se es (es contradictorio), se puede ser poco lo que se quiere ser. Y es que nunca se fue lo que se quiso, sólo se fue lo que se pudo (en el mejor de los casos).

¿Has visto los trabajos de Hans Rosling? Tienen la genialidad de lo sencillo.

Un beso.

Maydo dijo...

Desde el punto de vista de la vida, ella en sí misma es un proyecto repleto de posibilidades; cada ser vivo es una de esas posibilidades, que a su vez encierra un proyecto propio con sus distintas posibilidades.

Este parrafo me prendo, llegue de casualidad a tu nave Hipatia y quedas invitada por si alguna vez te pasas a mis mundos los de maydo

...SOMOS NADA CON CONCIENCIA DE SER... dijo...

Muy interesante tus reflexiones, apenas pueda voy a seguir leyendo. Es bueno encontrar personas que piensan, en estas épocas en el que casi es una herejía dicha actividad.