31 oct 2008

Meditaciones



He descubierto que se puede dejar de querer a una persona, involuntariamente.
Nunca hablo del amor, es cierto, porque no he encontrado las suficientes palabras en las que me cuajen todos los sentimientos. Hay quien tiene mucha facilidad o sensibilidad, lo reconozco, o mucho acumulado y, generosamente, lo va soltando mientras camina.
Se deja de querer por muchos motivos; pero en mi caso ha sido por realizar alguien un acto malicioso contra otra persona, a quien por cierto no conozco, y su intención es para mí incomprensible. ¡Y presumía de ello, con orgullo! Pues sí; se puede dejar de querer porque, aún conocidos el motivo y empeño que empujaban su actuación, por más que me esfuerce, no los comprendo.

A veces pienso que somos mendigos del amor. Digo mendigos por la forma en que lo buscamos, tan desesperadamente... que su falta muchas veces conduce a la muerte, como si nos faltase el alimento más básico. Como mendigos podemos pedir comida, compañía, amor... somos animales de sangre caliente, es lógico; y cada vez necesitamos más para sobrevivir.

Quisiera encontrar una palabra que contenga esa ausencia del no-querer. Debería existir una expresión contraria a querer que no tenga que ver con el odio, la indiferencia ni comparta raíz siquiera. Si lo contrario de maldad es bondad, lo contrario de malicia será buenicia. Y para no-querer.... preciso de una palabra -una metáfora quizá- que me sirva para nombrar esa... “cosa”.

Creo que la corona a la mendicidad humana se la voy a poner a la comprensión: comprender a otros y ser comprendidos.
No pido pan. No pido amor. Solo pido Comprensión. Hoy es mi reina.
Fotografía: web

28 oct 2008

Lecturas Mediterráneas


"Mi primera obra literaria fue una descripción de "un día de campo", tema de examen de mi tercer año de estudios en el colegio de los Jesuítas de Orihuela. Gané el primer premio, una medalla de plata.- Al siguiente curso, el P. Bernal comentando el anterior me dijo que no me vanagloriase de aquella recompensa porque se me había concedido por equivocación.

No sé cuál de mis libros prefiero, todavía está muy cerca de mí el último..."


Así se expresaba Gabriel Miró en su autobiografía, un hombre para quien cada día era el primer día de su vida de escritor, y cada cuartilla la primera que escribía.
De salud delicada, sensible y minucioso, introvertido y melancólico, innovador y original, este escritor alicantino que afirmaba "al empezar un libro no me propongo nada" era un mago de las palabras.
Sus obras se caracterizan por un riquísimo léxico y sorprendente adjetivación. Para él las palabras no tenían que decirlo todo sino "contenerlo todo".
Entre todas sus obras, elijo "Las Cerezas del Cementerio", novela con la que según los expertos entró en la madurez literaria, "Nómada", historia en la que (cómo no) aparece un Faro y "Libro de Sigüenza".

De las Cerezas del Cementerio traigo un evocador paisaje, para mí muy familiar:

"Los berruecos, oteros y gargantas de los cercanos montes hacían umbrías, y su misterio bajaba torvadamente sumiendo el princpio de los llanos. El riego de sol penetraba en el humo de las tinieblas, y bajo la quieta blancura producíase un alborozo de oro que resucitaba el verdor de los árboles y prados; muy remota, brillaba tendida la grandiosa espada de mar.

Imagen: Google imágenes.

22 oct 2008

Evolucionismo Trasnochado

Encontrábame esta tarde estudiando, cuando en uno de los textos aconsejados por la Facultad para una asignatura me he topado con un fragmento que, si al principio ha despertado mi sorpresa, al final me ha hecho estallar en carcajadas.
El capítulo en cuestión trata de dar una visión histórica de las investigaciones en el Arte Prehistórico y analiza el contexto ideológico de una época determinada en España.

He puesto el fragmento prácticamente entero pues me parece que no tiene desperdicio.


"En 1875, durante la Segunda Cuestión Universitaria, Augusto González de Linares, traductor de Darwin e introductor del darwinismo en España, fue separado por el marqués de Orovio de su cátedra de la Universidad de Santiago tras una fuerte polémica con los sectores más integristas de la ciudad.
Estas posiciones fundamentalistas no desaparecieron con el siglo XIX. Curiosamente, aún después de la aceptación “oficial” de Altamira (1902) los estudios sobre Prehistoria antediluviana estaban “mal vistos” en los ambientes más conservadores por su supuesta interferencia con la narración bíblica. Incluso en 1923 una mediación del equipo investigador que se encontraba trabajando en la famosa cueva de Santillana del Mar, que integraba o contaba con el apoyo tanto de sacerdotes (H. Breuil, H. Obermaier) como miembros de la nobleza de reconocida ideología católica (conde de la Vega del Sella, duque de Alba), evitó una condena expresa del evolucionismo por parte la Santa Sede, condena que, a no dudarlo, hubiera influido negativamente en la posterior implantación de la Prehistoria en España.
Sin embargo, ni siquiera todos los religiosos estuvieron a salvo de represalias: en 1924 Jose Miguel de Barandiarán vio relegada su labor en el Seminario de Vitoria tanto por cuestiones ideológicas, en las que se reflejaba la actitud de una parte de la jerarquía religiosa crítica ante el hombre prehistórico, como por la actitud de una clase política que sesgadamente ligaba el estudio del pasado vasco con el separatismo. Como consecuencia de una prohibición expresa de sus superiores, la sede de Eusko-Folklore debió dejar el seminario para instalarse en la Escuela de Arte y Oficios de la capital alavesa.
Pese a la dedicación al Paleolítico de profesionales tan poco sospechosos de heterodoxia política como Julio Martínez Santa-Olalla, la posguerra española no llegó a superar el miedo al “mono” y tanto en los textos como en las exposiciones académicas se pasaba de puntillas sobre cualquier tema que pudiera rozar, por remotamente que fuera, el discurso creacionista (Moure Romanillo, 1996a).
Cuando en los años 70 ejercíamos la ardua labor de doctorado y “penenariaje”, el órgano de expresión de un grupo político no precisamente progresista expresaba aún su más que vehemente escándalo e indignación porque desde la Universidad se explicase el “evolucionismo trasnochado y ateo”. Personalmente sé lo que es un ateo trasnochador, un evolucionista trasnochador, un trasnochador evolucionista y un ateo, pero lo del evolucionismo trasnochado y ateo nunca he llegado a entenderlo en la profundidad que sin duda merece. He de reconocer, sin embargo, que a algunos de los actuales catedráticos de Prehistoria, el tema proporcionó materia para muchas risas durante los merecidos descansos en nuestras excavaciones en las cuevas cantábricas y que, sin duda, aquellos ratos y otros mejores contribuyeron a nuestra recta educación y crianza. (...)."




Acostumbrada a la seriedad o la objetividad o la asepsia (o como quiera que se llame) de esta clase de libros, encontrar esto, como digo, me ha sorprendido gratamente.
Hasta el próximo eterrizaje.

Dato bibliográfico: Arqueología del Arte Prehistórico en la Península Ibérica, de Alfonso Moure Romanillo. Proyecto Editorial: Arqueología Prehistórica. Editorial Síntesis. 1999. Fragmento: Páginas 37, 38 y 39.

14 oct 2008

El Fundamento Ideal de la Vida

Hoy es el primer día del curso. Mañana empezaré a estudiar y, quizá, ya solo podré Bailar con Lobos.
Estaba organizando la estantería de las asignaturas, cuando he encontrado un librito que perteneció a mi padre sobre comentarios de textos históricos. Como ya no me va a hacer falta, me he decidido a retirarlo, no sin antes acariciar por última vez alguna de sus páginas. En la ochenta, abierta prácticamente al azar, he encontrado: "Costumbres de los pueblos norteños", de Estrabón. Y he picado, claro.
Dice así:

"Las mujeres cultivan la tierra; apenas han dado a luz ceden el lecho a sus maridos y los cuidan. Con frecuencia paren en plena labor, y lavan al recién nacido, inclinándose sobre la corriente de un arroyo, envolviéndolo luego.
Tales rasgos denotan cierto salvajismo en sus costumbres; más otros, sin ser propiamente civilizados, no son, sin embargo, salvajes. Así, entre los cántabros es el hombre quien dota a la mujer y son las mujeres las que se preocupan de casar a sus hermanos. Esto constituye una especie de ginecocracia, régimen que nos es ciertamente civilizado."

Me ha hecho gracia. Estrabón, se fijó en las "extrañas" costumbres de los indígenas de la Penísula Ibérica y destacó lo más chocante respecto a sus propias costumbres y mentalidad. Pero después he pensado sobre las diferencias entre unos pueblos y otros, y esa mala constumbre que tenemos de distinguir a unos de otros, como más o menos civilizados. En concreto, el término salvaje, referido desde la civilización, es el que me resulta molesto.

La idea que tenemos ahora de lo que se hacía y consentía hace unos treinta y cinco años en nuestro propio territorio, es decir, casi ayer y aquí mismo, nos parece una barbaridad, una "salvajada impropia de seres civilizados". Dentro de otros tantos años, cosas que ahora parecen "normales" y que se consienten, recibirán la misma calificación. Los más jóvenes quizá están exentos de apreciar esto; pero cuando se lleva cincuenta años sobre la faz de la tierra, o más, y una/o se resiste a adoptar modelos estándar de pensamiento y obra, tiene la sensación de que se va avanzando, sí, pero con marcha de caracol.

He encontrado, en otro libro, un fragmento que subrayé cuando lo leí. (En casa me reprenden por marcar los libros, pero me resulta muy útil y lo sigo haciendo). Es de Erwin Schödinger, de su obra "Ciencia y Humanismo", y está aplicado "a cualquier profesor de universidad, es más: a cualquier escuela del mundo". Me gusta especialmente:

"No perdáis nunca de vista el papel que vuestra disciplina particular tiene en la gran representación de la tragicomedia de la vida humana; mantened el contacto con la vida, no tanto con la vida práctica como con el fundamento ideal de la vida, que siempre es mucho más importante; y mantened a la vida en contacto con vosotros. Si no podéis -andando el tiempo- decir a cualquiera, lo que habéis estado haciendo, vuestro trabajo ha sido inútil".

(Y, ahora, voy a buscar una fotografía).

Es de la Nasa.

Saludos, desde la Enterprise.

12 oct 2008

Inquietudes



Parto de la idea de que la simple observación de una cosa puede alterarla. Es el Principo de Incertidumbre, enunciado por la Física: medir implica interactuar, lo cual impone una (cierta) alteración.

Me siento a gusto con la idea de incertidumbre, y de momento sigo pensando que se puede convivir con ella sin que duela. La incertidumbre, algo tan inmaterial presidiendo la realidad, resulta tan tangible que nos conduce a inventar un consuelo, también inmaterial, que lo compense: la esperanza. Los humanos no nos enfrentamos a la incertidumbre; nos defendemos de ella, cosechando esperanzas.

Constantemente, me pregunto: ¿por qué esa necesidad de atesorar seguridades? ¿Lo hemos aprendido sistemáticamente o lo llevamos en nuestros genes? ¿No serán invenciones que se nos están volviendo en contra? ¿Qué valor de supervivencia encontró la evolución en las seguridades? ¿Son una solución evolutiva (una intuición) todavía a medio camino?

Confieso que concibo la tan famosa esperanza como un proyecto al que nos hemos acostumbrado. Puede encontrarse o perderse. Merece la pena buscarla, pues puede albergar un sueño que habrá de encajar en nuestros deseos. Nos sentimos obligados a conservarla, aún sin saber qué rostro va a tener. La esperanza es, por ejemplo, un eficaz salvavidas: cuando lo hemos perdido todo, solo nos queda ella. Puede vestirse de múltiples maneras ya que es un tesoro versátil que copulará con nuestros anhelos. Y en un futuro inspirado por la realidad, dependiendo de nuestro empeño o de la fortuna, la esperanza dará sus frutos. Mantenerla siempre cerca parece ser un saludable ejercicio de higiene emocional.

La esperanza, me parece a mí, no deja de ser un pedazo de futuro al que accedemos de forma semi-inconsciente, creyendo merecerlo. A medida que se van cumpliendo los deseos, las esperanzas van modificando su campo de acción según las nuevas necesidades que vamos adquiriendo.
En definitiva, la esperanza va asociada al bien propio, a que las cosas nos salgan “bien”, según aquello con lo que nos comprometemos. Con esperanzas bajo el brazo, ya más tranquilos, nos sentamos en el mundo como con el pan "casi asegurado" y convencidos de que permanecemos activos.
Sin embargo, no puedo olvidar que la esperanza es uno más entre los proyectos de futuro que pueden ser infieles a mi sueño. Porque, dentro de la dinámica universal, un sueño es solo una bella construcción imaginativa que juega al escondite, mientras mantiene sus raíces hundidas en el presente .
Fotografía: de Google imágenes (seguramente tiene autor, pero no lo recuerdo).

7 oct 2008

Devoradores de Estrellas

Hoy es uno de esos días. Un día reflexivo. A veces pienso que la mente tiene recursos para impedir que sigan entrando los datos de la experiencia diaria. Y no es un mal día: el paisaje está contagiado del color de las nubes; a pesar de ello, es un día luminoso.

Recuerdo una noticia de hace unos pocos meses, en la que el presidente de una organización en favor de la caza dijo que ésta era necesaria y beneficiosa porque contribuía a mantener el equilibrio demográfico de determinadas especies. Aunque parezca increíble, mucha gente aplaude esta "brillante" afirmación. Reconozco que me invadió la rabia: hemos atropellado el planeta de manera salvaje, el espacio que ha quedado es ridículo y hablan de “equilibrio”. ¿Qué equilibrio?

Me quedé estupefacta el día que escuché que los toros de lidia se crían y están “diseñados” para la plaza y por ello no sufren. Otra perla: que de no ser por las corridas de toros no existiría la raza. ¡La Raza! El Toro de Lidia: la Raza Preparada para ser Torturada hasta Morir. Cuando oigo estas cosas, inevitablemente, me acuerdo de Nerón por cuya mente quizá también cruzó la idea de criar y adiestrar cristianos para el espectáculo de Roma. Me pregunto: ¿dónde está el límite al sufrimiento ajeno, ya sea animal o humano? Lo peor -me parece a mí- es que en estas actitudes hay “normalidad” y “folklore”; “institución irracional”, al fin y al cabo, cuando se afirma que otro ser, humano, toro o ciervo puede estar diseñado para el disfrute de particulares y masas a través del sufrimiento, la indignidad y la muerte. Preciosos elefantes con colmillos de marfil; infortunados visón, oso, zorro, chinchilla, foca, ciervo... que adornan los cuerpos humanos y sus casas. ¿Acaso un abuso de fuerza no se califica como cobardía?
Palabras en alza: adornos, lujos, presunción, "necesidad"....
Palabras a la baja: compasión, reflexión, respeto...

No hace mucho asistí a un entierro. Desde el principio de la ceremonia, el silencio dentro del cementerio resultó sobrecogedor. Creí sinceramente que las mentes de los allí presentes se hallaban sincronizadas en un un mismo pensamiento, o sentimiento. Pero, nada más oírse rascar la losa al cerrar la tumba, cesó el trance y me sobresaltó un alboroto: uno que grita, ¡vamos a tomar los vinos!, avisa a Fulano, que vamos delante. Y otro, ¡aquí al lado hay romería y reparten un plato de fabada gratis....! Entre tanto, quizá ajenos al fracaso humano del momento, los desconsolados aparecían y desaparecían entre el alegre ramaje vestido de domingo. Estoy segura de que los infelices luchaban por huir.
De regreso a casa, pese al intenso sol y los veintiséis grados de temperatura, me oprimía el frío.

Llueve mansamente; como si al caer, las gotas de agua se fueran durmiendo. No, no es un mal día..., mientras pienso que sufrimos un contagio y nos hemos sincronizado para hacer prosperar un peligroso absurdo, también mansamente, hasta quedar plácidamente dormidos en él.

Dama Durmiente



Dama Durmiente, de Hal Saflieni. Malta.

5 oct 2008

La Angustia del Rey Salomón.

Desde Venus

Hace un par de días me llevé una grata sorpresa: encontré recién editada la última obra escrita por Emile Ajar, el pseudónimo de Romain Gary, uno de mis autores favoritos.
Como de costumbre, no me resistí a la tentación de comprarla.
La lectura del libro va a ser compartida con un buen amigo que vive a casi mil kilómetros de aquí, quien ha tenido que encargar su ejemplar por no encontrarlo todavía disponible. De modo que no puedo empezar a leer el libro. Reconozco que he hecho un poco de trampa, y anoche leí hasta la página treinta y cinco.
Pero fue una lectura muy rápida, quizá no se note...
La Angustia del Rey Salomón, escrita en 1979, es una historia de amor y soledad.
La novela, centrada en la figura de un anciano -Salomón- de más de ochenta años, muestra el combate de un hombre ante las percepciones de su cercano final. Es un hombre que nunca ha perdido a nadie y, por ello, Salomón colecciona vidas.
El narrador es un joven e inocente taxista que, al conocer casualmente al anciano, se verá implicado en el debate con el que inevitablemente se manifiesta la existencia.
No faltarán los guiños del autor a sus propios compromisos y luchas personales con la naturaleza, la ciencia, la historia o la injusticia, sazonándolo todo con unas dosis de humor.
Creo que Gary debió de estar muy atento a las clases de la vida. Me produce calma, por esto me gusta tanto. Transmite una paz soñada; la que, pese a todo lo que nos afecta y acecha, no debemos perder nunca.
Como no puedo seguir leyendo, tampoco puedo decir mucho más. Bueno, sí; si puedo decir algo: Gary es, en efecto, un autor de contrarios. Analiza y expone la tragedia sin hundir al lector en la desesperación. Introduce en las inquietudes y es un hábil transmisor de entusiasmo.